Yo no soy de acá
Parece mentira que ya pasaron siete años desde que lancé este blog. Cuando pienso en aquel momento y en el nombre que decidí ponerle, «Yo no soy de acá», se me vienen mil imágenes a la cabeza: Mi primer año en DC, mi amigo el Gordo que me impulsó a escribir, mi desprendimiento de lo que se suponía que tenía que hacer o decir, yo esquivando invitaciones de almuerzo en la oficina para terminar un post en la soledad de mi escritorio… En definitiva, un gran momento. Todos flashes de un tiempo que atesoro.
El nombre, que al comienzo no me convencía, fue cobrando relevancia en cuanto me di cuenta que DC no era un destino final, sino un destino de comienzo. Lo que yo quería que reflejara era ese momento en el que estás caminando por la calle y, por tus gestos, aparente seguridad o lo que fuere, alguien te frena para preguntarte una dirección o un consejo sobre la ciudad. Sin creerte todavía un «local», el instinto te lleva a responder:
— Disculpe, yo no soy de acá.
o
— I´m so sorry, I´m not from here.
Pero justo cuando la persona se da vuelta frustrada, en tu mente corre un viento que susurra: esa respuesta la sabías. ¡Sí sos de acá!
Ya que estamos en la temática «pascuas», este vendría a ser el paso del turista al local. El paso en que mente y alma se alinean con la realidad de que perteneces a un nuevo lugar. Es de nuevo sentirse «de alguna parte». En inglés suena muy lindo: I belong. Por eso es que mi blog, Yo no soy de acá, para mí es eso: celebrar que pertenezco o que estoy en el camino a pertenecer.
Pertenecer a un grupo, a una ciudad, a una familia, a una tradición, a un lindo grupo humano de amistad, es una dicha de la vida y, desde hace poco más de 10 días, como ya saben, ese ciclo se reactivó. Me encuentro nuevamente en búsqueda a pertenecer, a ser de acá.
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Llegamos a Roma en una tarde calma y silenciosa. Era el «día sin autos» por la ciudad, así que prácticamente éramos solo los visitantes del aeropuerto circulando por las calles romanas de adoquín milenario. La vista desde el auto no parecía real. Llevábamos un año pensando en ese momento y cuando llegó las emociones nublaron un poco la vista. Cuando de lejos divisamos el Coliseo con tiras doradas atravesadas a causa de la luz del atardecer, nos brotó bien desde adentro un enorme orgullo por nuestra tenacidad para hacer nuestros sueños realidad.
Dejamos las valijas y decidimos hacer una caminata cortita para buscar algo de comer, pero cuando cerramos la puerta del edificio y vimos de nuevo el Coliseo apenas unos pasos a la izquierda, no nos quedó otra opción que hacer un desvío para admirarlo. Fue un instante simplemente increíble. Una bienvenida como nunca en la vida. Solamente de pensar que por el siguiente mes esa iba a ser nuestra rutina (salir a buscar comida e inmediatamente vislumbrar uno a los monumentos más alucinantes del mundo) nos hizo sentir felizmente extasiados.
Esos primeros momentos de conexión con un nuevo destino son fundamentales. Como lamentablemente suele ocurrir en esta vida, la primera impresión es algo difícil de combatir con el tiempo si le queda sabor amargo. En mi experiencia, pueden pasar años hasta que uno se vuelve a amigar con una ciudad o un lugar que en el primer encontronazo provocó un choque negativo. Pero en este caso me sentí tremendamente bien. Simplemente bien. Cómoda, tranquila, expectante pero sin expectativa. Absolutamente genial. Fue algo muy parecido a cuando salí del Aeropuerto Ronald Reagan y pasé por el Lincoln Memorial con la nariz pegada a la ventana del taxi: Roma y yo somos una historia de amor a primera vista.
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El otro día estaba leyendo un artículo del Harvard Business Review sobre una investigación de los efectos de irse a vivir a otro país, y uno de los descubrimientos preliminares que menciona es que, quienes se van a vivir afuera, adquieren un mayor «sense of self» (¿mayor percepción de su identidad?). Me quedé pensando.
No es que no esté de acuerdo con que irse a vivir a otro país nos otorga una claridad mayor sobre nosotros mismos y nuestra posición en el mundo. Entender a otros, sus culturas y las razones de su idiosincrasia es un camino de ida asegurado hacia la reflexión interior. Incluso, desde mi primera mudanza a Buenos Aires a los 18 años, tengo la costumbre de cuestionarme permanentemente qué rol juega mi presencia física en este mundo, y eso se convirtió en gasolina personal para entender la misión de mi existencia. En eso estoy completamente de acuerdo.
El caso es que mi vida tuvo un giro en la trama algunos años antes de irme de Uruguay. El primer recuerdo que tengo donde entendí una parte fundamental de quién era yo, no tuvo nada que ver con irme a vivir afuera (con ninguna de las seis veces que llevo haciéndolo). El recuerdo que tengo tuvo lugar exactamente a los 14 años cuando mi psicólogo se acomodó del otro lado del escritorio del consultorio en el que nos encontrábamos una vez por semana, abrió un cuadernito Tabaré con renglones celestes y me dijo: voy a explicarte que pasa contigo (a este punto ya habíamos asumido los dos que algo claramente pasaba conmigo.)
— ¿Ves? — me dijo mientras hacía dibujitos de bolitas y líneas rectas y curvas.— La mayoría de la gente por adentro químicamente funciona así (líneas rectas y bolitas prolijas). Tu mente, en cambio, funciona así (líneas curvas y bolitas bailando salsa). No tiene nada de malo, hay maneras de equilibrar las curvas para que sean líneas, y eso es lo que vamos a hacer.
— ¿Entonces qué tengo, Guillermo?
— A esto en medicina se le llama ciclotimia.
— ¿Eh? ¿Y eso?
— Así se llama cuando alguien vive cambios en los estados de ánimo de un extremo a otro tan rápido y tan fuerte como los vivís tú. Un momento estás eufórica y después tremendamente triste, deprimida. Te vamos a ayudar para que por más de que tengas días buenos y malos, la transición sea algo que no te haga sentir mal.
Ese es el capítulo que en la historia de mi vida lleva el título «Percepción de mi identidad». Es un capítulo que empieza con el entendimiento racional de que sentirme mal, o mejor dicho estúpidamente deprimida, no era una falla de mi personalidad o mi alma, y termina con un acuerdo entre la ciclotimia y yo para convivir sin hacernos demasiado daño.
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Lo que quiero decir en este preciso instante es que yo llegué a Italia con mi «sense of self» avanzado. No tanto (aunque sí muy influenciado) por los cambios de locación, sino porque desde hace casi 20 años convivo con mi ciclotimia, una enfermedad mental con la que tengo que luchar cada día que me levanto y decido encarar la vida. Cuando digo que estoy feliz, estoy feliz. Cuando digo que estoy en calma, estoy en calma. Pero aún así, todos los días me despierto y mi primera tarea es negociar una tregua con mi ciclotimia. Cada momento excitante y único que se ve, cada brillo, filtro y música que le ponga, lleva oculta detrás una batalla que yo, como muchos otros silenciosos o invisibles (alrededor del 1% de la población mundial), peleamos cada día.
Puede que yo no sea de acá todavía, pero hay un lugar que sin importar a dónde vaya, es únicamente mío. La percepción de quien soy la llevo muy adentro en una locación que extrañamente tiene rutas, pero no mapas. Es casualmente el lugar desde donde les escribo siempre. El lugar al que verdaderamente y por siempre pertenezco. Yo.
Selva
on 10 abril 2021Es tan cierto amiga querida, Roma les sienta bien! Los quiero!!
Maria del Carmen Perrier
on 10 abril 2021Y nosotros a ti!!!!
Rosina Otegui
on 11 abril 2021Que lindo saber de ti y verlos a ti y a Andrés tan felices en Roma ❤️❤️ Una emoción especial todo lo que compartiste 🌈💚 Muchas gracias !!! Los quiero mucho 😍😘🙅♀️
Mabel Giraldo
on 19 abril 2021Que linda María! Que palabras como siempre!!! No sabía que tenías ciclotimia. Va un abrazo fuertísimo para los dos! Que la Vida los trate Siempre Bonito. Lo Merecen!!!
Maria del Carmen Perrier
on 22 abril 2021Gracias Mabel! Qué tierna…
Y bueno… no siempre se sabe lo que otro está cargando pero que lo está cargando lo está.
Beso apretado y te esperamos en Roma!!!
Teresa Podesta
on 11 mayo 2021Me encanta verte amiga tan querida de mi hija Dolores cada dia mas linda!! Que bueno que estas en Roma cerquita de Dolores que hace dos años y medio que no la veo ya nos vamos a ver por ahi
Te quiero siempre!!!
Maria del Carmen Perrier
on 13 mayo 2021¡YO A TI TERE LINDA!
Dos años y medio que no ves a Dolo!!! Mucho tiempo! Espero nos veamos las tres pronto por Europa apenas se pueda. Cuidate mucho te quiero!