Salar de Uyuni: tocar el cielo desde el suelo
No sé bien en qué momento me obsesioné con el Salar de Uyuni. Los comentarios y misterios sobre un lugar que imita al mismísimo cielo en la Tierra dentro de un país absolutamente desconocido para mí como lo era Bolivia, me llenaba de adrenalina. Un regalo de cumpleaños se materializó en una de las mejores experiencias de mi vida que comenzó en los últimos días del 2018.
De San Pedro de Atacama hacia Bolivia
Después de unos días espectaculares junto a mis padres en San Pedro de Atacama, Andrés y yo partimos hacia Bolivia. Entre picos nevados y tierras desoladas a 45 minutos de San Pedro de Atacama divisamos una pequeña casita donde se hacen los trámites de migraciones. Allí atiende solamente un funcionario chileno de a una camioneta a la vez. Esa mañana había aproximadamente treinta camionetas, por lo que ahí esperamos al menos una hora y media (casi sin aire por la altura) a que llegara nuestro turno. Una vez terminado ese trámite, a los 5 minutos llegamos a la «oficina» de migraciones de Bolivia. No es una oficina sino una pequeña casita de concreto donde, en un verdadero caos, un amable señor te pone un sello en el pasaporte.
Bolivia: Psicodelia Andina
A veces tener las expectativas muy altas no es bueno, pero cuando tus expectativas son altas y lo que ocurre es aún mejor, entonces eso es magia pura. Una de las conclusiones que saco hoy es que si Colombia es Realismo Mágico, entonces Bolivia es Psicodelia Andina. Desde el escritorio de mi casa en Bogotá frente a la computadora me pregunto cómo voy a poder explicar y transmitir todo lo maravilloso que se vive en los límites de este país olvidado.
Lo primero que se ve al llegar a Bolivia es la Laguna Blanca. La laguna se encuentra entre picos que se reflejan en su superficie con textura suave y de un blanco intenso como la leche. En las orillas, se pueden divisar algunas aves que nadie se explica qué hacen ahí.
—No está muy blanca amigos, pero vamos a ver paisajes muy bonitos no se preocupen. — dijo Renan, nuestro guía boliviano de lo más buena onda.
No entendí, eso me parecía alucinante y para él era una, ¿desilusión?
Sin prestarle mucha atención seguimos a la segunda parada, la Laguna Verde.
— No está muy verde amigos, pero vamos a ver cosas muy bonitas, muchos flamencos, no se preocupen. — anunciaba de Renan, nuevamente, desilusionado.
Sin embargo, en esa camioneta 4×4 extremandamente limpia con nuestras valijas en el techo, Andrés, los brasileños Marcos y Gustavo, los alemanes, Jonas y Marcus, y yo, sacábamos fotos y disfrutábamos de la vista extasiados. Durante todo el día seguimos viendo paisajes impresionantes, tanto desde nuestro vehículo como en las paradas que hacíamos para estirar las piernas. Esa camioneta atravesaba campos y desiertos sin ningún tipo de ruta marcada en la tierra y guiándose simplemente por el instinto y la experiencia de Renan. Los saltos del vehículo alimentaban nuestra adrenalina y nos brindaban un nuevo suspiro cada 15 minutos, gentileza de la Psicodelia Andina.
Como diría mi madrina que ya hizo este viaje: «¡no paraba de pensar WTF con la Naturaleza!». ES TAL CUAL.
Rumbo a Uyuni: tocar el cielo con las manos
El segundo día avanzamos por los volcanes, géiseres, lagunas y nieve. Vimos a la tierra tapizada en alfombras verdes, rojas, blancas, amarillas y tierras de todos los colores del arcoíris. Disfrutamos de ver los flamencos en cada laguna comer y volar a apenas unos metros de nosotros, mientras nos preguntábamos: ¿¡qué.hace.este.bicho.acá?! No nos entendíamos cómo pasaban tantas cosas en el mismísimo medio de la nada. Los seis estábamos tan emocionados de darnos cuenta que estábamos cada vez más cerca de llegar al Salar de Uyuni que nos lanzamos a musicalizar la camioneta de Renan cantando Queen desaforados. Al mismo tiempo se nos cruzaban las llamas y vicuñas y yo sacaba la cabeza por la ventana para respirar el aire de los 4.800 mts sobre el nivel del mar.
Nos mirábamos con Andrés pensando: esto es alucinante. Gracias, gracias, gracias.
Lo cierto es que a este punto aún no sabíamos si íbamos a bordear o atravesar el salar. Ciertamente lo segundo es lo mejor y más divertido, pero con tanta lluvia había posibilidades de que eso no sucediera.
—Soy una tipa con suerte muchachos, nada que temer. — le dije a los otros cinco pasajeros con cara de preocupados. Por algún motivo me creyeron y todo.
Esa noche Renan nos anunció que si bien íbamos a atravesar el salar, no íbamos a poder ir a Incahuasi, la isla que se encuentra en el medio del salar. Honestamente, no me importó nada, yo moría con pisar de una vez ese espejismo y correr como una loca desaforada chapoteando y arruinando toda la ropa con sal con cero problemas en mi mente.
Uyuni, no me fui y ya quiero volver
La entrada al salar fue dura. Había mucho barro, y las camionetas, a pesar de ser 4×4 y tener unas gomas enormes de tractor, bailaban para un lado y para el otro obligándonos a hacer silencio. Pero cuando Renan avisó de que lo peor ya había pasado, todo se iluminó y finalmente entramos sanos y salvos.
El Salar de Uyuni es del tamaño de Jamaica (sí, Jamaica el país) por lo que uno se puede quedar horas atravesándolo e incluso perderse. Eso quedó claro cuando a los 15 minutos de andar se perdieron las montañas detrás nuestro y la vista se convirtió en un 360 de infinito blanco y celeste, energizante y emocionante.
Las fotos hablan por sí solas, pero lo que puedo contar es lo que yo sentí. Sentí que estaba cumpliendo un sueño, pero además sentí que me liberaba. Tantas cosas pasaron el 2018 que necesitaba esa sensación de libertad, alivio, consuelo y paz. Quise llorar, de emoción, y de cansancio un poco también. Pero en todos los sentidos, cada vez que bajamos del carro para caminar por el salar me sentí realizada y feliz. Más conectada con la naturaleza, con el mundo, y más alejada de las energías negras que llegaron inesperadas en el 2018 y que hasta ese momento me acosaban sin poder alejarme y dejarlas ir. Para mí era importante tener ese momento para empezar el año nuevo, porque aun cuando sé que depende de uno estar bien, hay veces que es bien bien difícil. Este no es solamente un lugar al que hay que ir. El Salar de Uyuni es un lugar al que uno tiene que volver.
El itinerario
Opción 1 – Desde San Pedro hasta Uyuni
El que hicimos nosotros y salió muy bien. Desde San Pedro el tour son 3 días 2 noches y un vuelo de Uyuni a La Paz para hacer conexión con millas no fue para nada grave.
Opción 2 – Ida y vuelta a San Pedro
Mucha gente hace esto, pero lo encuentro tremendamente cansador. Si me hubiesen metido después de toda esa travesía en una camioneta de nuevo para atrás el último día, creo que me moría. En esta opción son 4 días 3 noches.
Opción 3 – Aterrizar en Uyuni
La opción menos guerrera. Caes en Uyuni, ves el salar y volvés para atrás. Creo que para ver el salar obviamente está bueno, ¡pero perderse el plus de todos los otros lugares es una pena enorme!
*no intentes ir solo bajo ningún concepto, es absolutamente imposible y ni que hablar que muy peligroso.
El hospedaje
Cuando se plantea uno ir a Bolivia tiene que saber lo básico: es un país muy pobre con muy poca infraestructura turística. Nuestra primera noche fue en un hostel cerca de la Laguna Colorada que si bien era muy precario nos atendieron estupendamente bien (seguro mejor que en muchos hoteles que uno va y lo miran con mala cara). La segunda noche dormimos en uno mejor, uno de los famosos «hoteles de sal», todo construido con «ladrillos» de sal. Más prolijito y divertido pero sencillo. Todo esto está incluido en la mayoría de los paquetes que se venden a Uyuni. Teóricamente cerca del salar y en el pueblo de Uyuni hay hospedaje de más categoría si alguien prefiere no hacer un viaje tan guerrero, pero conste que la experiencia es un todo: ni intentes ir si no estás dispuesto a conectar con lo verde, lo rústico, los ruidos y la naturaleza. No tiene sentido.
Cuándo ir
Si me decís a mí, hay que ir cuando se puede ver el espejo. No se imaginan lo que es la sensación de ver el reflejo del cielo en tus pies, es la mejor sensación del mundo. Esto se puede ver de diciembre hasta marzo, siendo fines de febrero marzo la mejor época. Si se va antes, hay posibilidades de no poder atravesar el salar porque hay demasiada agua. En otras épocas también es lindo, pero no se va a ver el reflejo.
Preguntas típicas
- ¿Qué es un salar? Hace miles y miles de años, donde ahora están los salares estaba el mar. Con el tiempo se convirtieron en lagos superficiales donde predominan las sales (cloruros, nitratos, sulfatos, etc).
- ¿Qué hacen ahí los flamencos? Hay seis especies de flamencos, de los cuales 4 son de Latinoamérica. De esos, tres viven en territorios andinos y otro en el Caribe (esto para los que pensaban como yo que eran aves 100% caribeñas). De chiquitos son grises, pero conforme cambian su dieta adquieren el tono rosado por los minerales que consumen del agua.
- ¿Se puede ir solamente a Uyuni? Si. Hay que ir a La Paz, de ahí a Uyuni y hacer un plan de un día.
Si se les ocurren más, déjenlas en los comentarios, y no se olviden de seguir los viajes e historias susribiéndose al blog y siguiendo la cuenta de Instagram @mariadcperrier.
Stella María
on 16 enero 2019¡¡¡Excelentes comentarios y fotos espectaculares!!!
¡¡Felicitaciones!!
Maria del Carmen Perrier
on 16 enero 2019¡Gracias Mami! jajaj la próxima vamos juntas.
Rosina Otegui
on 18 enero 2019Que maravilla !!! Que belleza esa Psicodelia andina !!! Muchas gracias por compartir lo que vieron y lo que sintieron ustedes en ese lugar absolutamente increíble, donde la naturaleza te emociona y te sorprende !!! Brillante y vibrante tu relato y excelentes las fotos de Andrés !!! Congrats !!!
Maria del Carmen Perrier
on 18 enero 2019¡Gracias Tía! Qué bueno que te gustó, ¡la verdad pasamos espectacular!!!
Bogotano
on 25 febrero 2019Hola MAria, exactametne por que escogiste el Salar de Uyuni para tu viaje? Fue por un asunto romantico y turistico o con intereses economicos? 😉
Maria del Carmen Perrier
on 11 marzo 2019¡Hola!
Elegí el Salar de Uyuni porque había escuchado historias sobre lo maravilloso que era. Amo Latinoamérica y recorrerla para mi es una misión que me encanta. Es algo romántico quizás, pero para conmigo misma. La conexión con cada lugar que voy es tan importante para mi como las bellezas del lugar mismo y por eso trato de conectar lo más que puedo, esa es mi filosofía de viaje 🙂 ¡Gracias por escribir!