Uruguay, Paraguay, Dubai…
Miércoles que te quiero miércoles, siempre son eternos. Dos y pico en la misma cafetería, yendo a pedir el mismo café al mismo tipo con cara de pocos amigos. Me pongo en la fila y cuando me toca pido de manera muy original un café con leche para llevar, por favor, urgente, me muero, gracias.
Me doy cuenta que el de atrás me mira raro. Le devuelvo la mirada con cara de «decilo Enzo», hasta que finalmente pronuncia:
– ¿Sos uruguaya no?
Momentos bisagra en la vida si los hay. Mientras suenan las trompetas, contesto:
– Pah, es la primera vez en seis meses que me dicen uruguaya de una. Gracias che, me hiciste el día.
La conversación sigue muy amena. Me cuenta que puede reconocer el acento porque el cuñado es argentino y según él «no tiene nada que ver». Hasta donde entiendo en este momento el tipo se ganó un diploma de invitado ilustre en todo el territorio de Uruguay. Me cuenta palabras que sabe que se dicen diferente. Que Uruguay es divino, la gente ¡puf! ¡divina, obvio! … y todo es fantástico. Ya me dieron el café, pago y cuando me estoy yendo escucho:
– ¿Y en Asunción como va todo?
Bueno… qué hacer… Veníamos tan bien. Quiero pensar que este hombre no era un profesor, aunque la pinta la tenía.
-Mmm…. no sabría decirte, hace rato que no voy a Paraguay.
-Ahhh… – silencio incómodo.
-Se… la diferencia entre factura y bizcocho es importante igual… que se yo…
No sé bien que decir y medio que me esfumo a clase.
Esto me hizo pensar en una conversación que tuve con Andy sobre las reacciones que nos nacen cuando nos vamos a vivir afuera por primera vez. Por lo general uno llega triunfante, del lugar que pensás que es la quinta maravilla (¿cómo que alguien no conoce Uruguay?) y por supuesto que tú te crees un poco la quinta maravilla también.
Si tenés suerte, no pasa una hora después de aterrizar que te das cuenta que hay mucha maravilla por ver y que hay personas mucho más maravilla que tu. Pero a no confundir, eso no es algo malo a no ser que te pase por encima y decidas pegar la vuelta. Eso es, según lo que hablamos con Andy, el momento de presentación de la humildad por un lado, y de la ambición por otro. Una suma explosiva de cualidades que bien utilizada te puede llevar por caminos inimaginables y alucinantes.
Pero todo tiene un precio, y en este caso es estar condenado a que muchos te malinterpreten por el resto de tu vida. Tratar de hacerte entender frente a personas que te conocían antes de dicha revelación será, de ahí en más, una tarea titánica. Sin embargo, si ese es tu caso algún día, lo bueno es que quiere decir que tu nueva visión te permite interpretar, también, bien, a todos los demás.
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