Un vistazo de Milán
Parte III: ¿cómo nadie me avisó?!
Este es un reclamo para mis amigos que fueron a Milán y no me avisaron que esta ciudad es absolutamente divina. ¿Alguien me confirma por favor si es que estoy loca o me perdí una nota? No hace 24 horas que estamos acá —de hecho estamos totalmente de pasada y creo que ni vamos a pasar 24 horas en total— y estoy en shock. Parezco una niña recién llegada a Disney con la expectativa que me iba al Parque Rodó. Bueno, no tanto, pero algo así.
Suprise, surprise
Pasamos divino en Roma, la disfruté como loca y me encantó, pero eso no quiere decir que esté ciega como para no ver que la vida ahí es, claramente, un poco caótica. Sin duda es una ciudad a la que le falta mucho mantenimiento, que la gente no cuida tanto y que a veces da la impresión de que las personas a cargo posiblemente se dieron por vencidas. El metro parece abandonado en varias estaciones y la limpieza deja mucho que desear. Pero Roma es Roma, si es que esto quiere decir algo.
Llegamos a Milán y es como si el mundo se hubiese dado vuelta. La terminal es una cosa de un orden monumental. El edificio de la terminal en sí es brutal y las conexiones de metro están perfectamente bien señalizadas y no te producen ningún tipo de sensación de inseguridad ni mucho menos. La gente tiene otro estilo, otro porte, y lo llevan con altura. Las mujeres, madre mía, ¡qué elegancia! Me las quedo mirando pensando: «Bien por ti, amiga, ¡así se camina con esa cabeza bien alta sabiendo que te estás comiendo el mundo!!!». Agh… fascinante. Algo me dice que a este lugar sin duda voy a volver.
¿Milán who?
¿Me creen si les digo que casi seguimos directo a Como sin pasar por acá? Porque estuvo a punto de ser el caso. Tenemos tan pocos días que casi lo salteamos, pero estoy feliz de que no haya sido así.
Nos quedamos en un hotel chiquito pero lindo cerca de la parada Wagner de la línea roja de metro. Al comienzo me arrepentí porque se veía muy alejado, pero fue lo mejor. En vez de quedarnos en el medio de todo, esa noche pudimos ver la movida nocturna de los locales que es, sencillamente, envidiable. Estuvimos ahí el miércoles de noche, haciendo un breve bar hopping, mirando maravillados lo supremamente chill que parece ser la vida ahí.
Estoy impresionada con lo amables, simpáticos y relajados que son todos por acá (¡y eso que vivo en Colombia que de esto le sobra!). Cruzas miradas con la gente y te sonríen, intentas hablar italiano y te ayudan, te responden y aprecian que hagas el esfuerzo. Todo sin estrés ni mala vibra (como te puede pasar en Paris si hablas mal francés, y ni hablar de los catalanes que, por Dios… tema aparte. Diría Taylor Swift: YOU NEED TO CALM DOWN). Pues acá la gente está bien calmadita y bien feliz, déjenme decirles.
Festejando a Ferrari
Cuando salimos del metro notamos algo bastante particular: estaba todo el mundo vestido de rojo. «Acá nos perdimos un memo», pensamos. Y de hecho esa era la cuestión. Llegamos el día del festejo de los 90 años de Ferrari, y la gente estaba como loca. Tremenda fiesta en la plaza del Duomo con concierto, famosos y «la vaina» que colmaron cada rincón del centro de Milán. Fue divertido ver cierto fanatismo y revolución cultural por algo de lo que no tengo ni idea, como es el automovilismo, y ni que hablar que es muy envidiable ver a familias enteras disfrutar de algo con tanta felicidad y tranquilidad.
A las corridas
Como dije, estábamos de pasada, pero flasheé. Algunas cosas seguro nos faltaron por ver pero igual dicen que la ciudad no es tan grande (aunque sí lo suficiente como para no haberme cruzado con Godin, a quien busqué en la cara de cada uno que se me cruzó, ¡jua!). Acá igual les dejo una lista de los básicos de Milán por si les tienta en el futuro:
- Duomo di Milano
- Galería Vittorio Emanuele II
- Castillo Sforezesco
- Barrio de Brera
- Barrio Navigli
- Piazza Mercanti
- Parque Sempione
Termina esta nota y le dejo también dos pavadas.
Dato curioso 1: hay una parada de metro que se llama Uruguay. Vaya uno a saber a quién convidamos con un rico mate para ligar semejante honor.
Dato no curioso 2: hoy caí ante la presión, y comí un helado.
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