Tierra Santa: encuentros desencontrados
Ir a Tierra Santa era una tarea pendiente de mi madre. Yo, por mi parte, siempre me vi más atraída por la segunda parte de nuestro recorrido, Jordania. Sin embargo, debo decir que nuestro paso por aquí me sorprendió, y en esta entrada te cuento por qué.
Con tour o sin tour
Antes de ir estábamos en duda si ir con un tour o por nuestra cuenta. Las recomendaciones online son variadas pero, en su mayoría, para el tipo de recorrido que queríamos hacer nosotros (que incluía mix de cultura y religión), recomendaban hacer el reocrrido en tour. Finalmente nos decidimos por esta opción, que si bien se veía bastante acartonada, nos teníamos fe para adaptarla de acuerdo a nuestro estilo de viaje.
Tel Aviv…
Llegamos a Tel Aviv por la noche después de un viaje eterno desde Montevideo con escala en Madrid. Desde un primer instante me impresionó la enormidad del aeropuerto con un estilo completamente diferente a todo lo que en materia aeroportuaria estábamos acostumbradas. Sentí que todo era inmenso: los halls, los carteles… todo parecía de dimensiones mucho más grandes de lo que estaba acostumbrada. Al menos así lo vi yo. Después de una lenta salida de nuestros equipajes —los controles de seguridad son de nunca acabar en Israel— nos recogió una van y nos llevó al hotel que estaba ubicado a media cuadra del mar. A pesar del cansancio, comimos algo en lo que los uruguayos llamaríamos «la rambla», y nos fuimos a descansar.
… o como darte cuenta que no sabías nada.
Al otro día, salimos temprano a conocer Yafo. Ver la ciudad a plena luz del día abrió completamente un mundo nuevo para mí. Sabía que Tel Aviv era una gran ciudad, pero nunca me imaginé esa prolijidad, ese mar y esa infraestructura. El camino a Jaffa , la parte más antigua de Tel Aviv – Yafo, fue corto pero excelente para tener una visión panorámica. Al caminar un poco por ahí es inevitable empezar a sentir algo que creo solamente esa tierra puede transmitir con semejante intensidad: el poder de la historia.
Israel hacia adentro

A continuación, el itinerario típico hace paradas en diferentes sitios históricos y ciudades. Primero Cesarea, luego Haifa, Acre y por último Galilea. De todas estas creo que las que vale la pena pasar un tiempo recorriendo son Haifa (por los Jardines Persas y las vistas panorámicas de la ciudad son absolutamente espectaculares) y Acre, que me impresionó por las construcciones de la época medieval que te invitan a ver el mundo en una línea de tiempo mucho más larga de la que solemos tener en cuenta. Cesarea no me parece que vale mucho la pena, especialmente si sentís que ya tuviste tu cuota de «ruinas» en la vida (esta no va a hacer la diferencia).
Mar de Galilea y el Río Jordán

Durante este recorrido nos quedamos a dormir en un Kibbutz, algo que realmente no cambia en nada, ya que en el tour tampoco es que te expliquen o te muestren demasiado de qué se trata. El camino hacia el Mar de Galilea es muy pero muy lindo, en especial cuando se divisa el azul profundo en el horizonte que es una absoluta maravilla. Con mamá decidimos hacer un mini recorrido en barco por el mar que, aunque medio «touristy«, nos permitió aprovechar el rato para un pequeño momento de meditación y ponernos a pensar más friamente que finalmente habíamos llegado desde tan lejos, a conocer este lugar.
En esta parte del recorrido también pasamos una mañana a orillas del Río Jordán, es decir, en las aguas donde se realizó el bautismo de Jesús. No se suele ir al lugar exacto donde teóricamente ocurrió, sino que en general te llevan a un lugar adaptado para un mayor flujo de turistas. Como es posible comprobar en varias de las paradas en Israel, en el país aún tienen un concepto de turismo bastante anticuado. En vez de preservar ese lugar tan sagrado y rodeado de una naturaleza espectacular lo más limpio y menos intervenido posible, crearon un escenario para turistas que le saca, en mi opinión, bastante el gusto. Igualmente, fue lindo ver el río y a las personas que habían viajado cientos de kilómetros para bautizarse allí mismo, súper emocionadas.
A correr se ha dicho
Los problemas del tour se hicieron notar rápidamente. Un guía engreído, mal educado y tremendamente insolente fue de a poco consumiendo nuestra paciencia. En los lugares que más queríamos pasar el rato, iba rápido, y, en donde más quería estar él (donde recibía las comisiones) le dedicaba horas. Eso fue un desastre. Por suerte, quienes iban con nosotros estaban de acuerdo y finalmente comenzamos nosotros a manejar más los tiempos. Igualmente, de a ratos, eso parecía una pelea de paseo escolar, horrible.
Nazaret

Llegamos a Nazaret cuando comenzaba a atardecer. El rosado y naranja del cielo reflejado en aquellos edificios de piedra clara lo recuerdo vívidamente, así como también recuerdo aprovechar a zambullirme en la serenidad de ese momento.
La primera —y en realidad única— parada que hicimos allí fue en la Basílica de la Anunciación. Había muchísima gente y poco respeto al silencio. Sin embargo, algo me hizo pensar que mi alrededor sí estaba en silencio. Vi a mi mamá emocionarse al entrar y, a pesar de lo anticlimático de la fila y el bullicio de la gente, desde lo más profundo de mi ser traté yo también de encontrar algo adentro mio que me ayudara a volverme una estatua imperturbable. Quería lograr tener un momento especial en aquel sitio tan sagrado.
Lo necesitaba. Me sentía traicionada por alguien que yo estimaba demasiado, pero lo peor era que, en lo macabro de la situación, me estaba cuestionando absolutamente todo de mi persona. Mi bondad, mi generosidad, mi fidelidad, mi todo. En silencio, me estaba desarmando por adentro. Con toda mi fuerza traté de esconderselo a mi madre, pero fracasé. Sabía que sentirme así al final la hería más a ella que lo que la herida me lastimaba a mí. Pero algo estaba apunto de pasar que afortunadamente dio vuelta la situación.
A la salida de la Basílica, mientras miraba alrededor al cielo aún rosado y levemente estrellado, me encontré con la mirada de una de las personas que viajaba con nosotros esos días. Una chica divina, también de Uruguay, con quien en varias ocasiones me había sentado a hablar de la vida en los últimos días. Estaba llorando y no pude dilucidar si se trataba de alegría o angustia. Me sentí mal por ella, posiblemente porque me sentí identificada. Sin saber qué decirle para ayudarla a sentirse mejor, atiné a abrazarla. Le dije que no sabía qué le había pasado, pero que tenía fe en que todo iba a estar bien. Ella me agarró el brazo y me separó unos centímetros de su cuerpo para mirarme ahora fijamente a los ojos. Al cruzar miradas, ya no sabía si estaba hablando con ella o con alguien más. Sus ojos estaban transparentes y brillando por las lágrimas que habían caído por sus mejillas y, cuanto más fijo la miraba, más me daba la impresión de estar viendo a través de otra persona.
Me dijo: Tú vas a estar bien. Sos buena persona, lo que haya pasado ya pasó, y tú sos la que tiene que tener fe en que todo va a estar bien.
No aguanté. Solté mi llanto y la volví a abrazar. Sentí que me reconfortaba ella, pero con la fuerza de otras mil personas. Me calmé, me consolé, y me volví a querer después de varios días de no hacerlo. Hasta el día de hoy, considero que esa fue mi señal de Nazaret, y solamente por ese instante todo valió la pena.
Beit Shean

Se hacen varias paradas rumbo a Jerusalén, y Beit Shean es una de ellas. Se trata de las ruinas romanas mejor conservadas de Israel y que aparecen varias veces en la Biblia. Con el sol rajante la caminata puede ser un poco pesada —y con un guía mala onda como el nuestro ni te digo— pero se pueden recorrer bastante bien por cuenta propia, gracias a una maqueta y folleto que se consiguen en la entrada y que explican todo muy bien.
Mar Muerto y Masada

Hay varias formas de ir a visitar el Mar Muerto. Algunas personas llegan un día antes de empezar el tour y van desde Tel Aviv, otras lo pagan extra desde Jerusalén. Nosotros llegamos y nos dimos cuenta que no teníamos planificado ningún día para ir, por lo que decidimos sacrificar un día en Jerusalén e ir desde ahí (además nos iba a hacer bien un respiro del guía del infierno).
El paseo incluye una parada en Masada, un lugar que me fascinó. Se trata de una ciudad en la cima de una meseta mirando el Mar Muerto, y que además tiene una historia fabulosa que pueden leer acá. Al regreso se frena en alguna de las «bajadas» al mar, que para muchos puede llegar a ser una decepción. A la entrada hay miles de tiendas tipo balneario en pleno verano y el espacio para bañarse es complicado (porque como se está secando el mar la entrada está llena de barro y es difícil y resbaladiza. Tengo entendido que se puede hacer este paseo de una manera un poco más «individual»). De todas formas creo que la experiencia de bañarse en el mar muerto y untarse de barro es única, la vista hacia Jordania es divina y el atardecer reflejado en el mar es surrealista.
Por qué no incluyo Jerusalén en esta entrada
Como es bien sabido, el conflicto en estas tierras lleva miles de años de sacrificios y derramamiento de sangre por muchos pueblos. Yo tengo mi opinión formada sobre lo que ocurre y no considero que incluir a Jerusalén en una entrada fundamentalmente sobre Israel sea lo correcto. Lamentablemente van a tener que esperar a la próxima entrada del blog para escuchar los cuentos de Jerusalén, la mágica.

Por qué creo que hay que ir en tour a Israel
No soy de las personas que le gusta viajar en tour. Sin embargo, creo que para este destino en particular es recomendable especialmente por una razón: si vas solo, entrar y salir de Israel es realmente un dolor de cabeza. Todo puede llevarte miles de horas, o días, y seguramente tengas que pasar por unas situaciones bastante desagradables en migraciones.
Lo que haría si volviese
Primero, me aseguro que bajo ningún concepto estoy en las manos del operador que hace 30 años maneja estos viajes a Tierra Santa y desde el primer año que opera que no cambia NADA. El viaje está armado como si fuera el siglo pasado, donde el turista no importa, es solo un turista. ¿La experiencia? ¿Qué es eso? No les importa. Cuanto más gente puedan meter de un saque mejor, y no les importa en ningún momento hacerte sentir así de mal. Me resulta increíble como aún funcionan este tipo de empresas que no entienden absolutamente nada sobre viajar, y que además te terminan faltando el respeto a ti, a tus vacaciones, tu dinero y tu tiempo como si las horas de tu vida fueran recuperables a gusto. ¡Ah! El operador se llama CTO y evítenlo aunque sea lo último que hagan.
En resumen
Tierra Santa es un destino muy especial, al que hay que tenerle mucho respeto. Sobre todas las cosas, recomiendo planificarlo bien de bien y evitar grupos grandes. Es importante asegurarse de que no te ponen cosas en el itinerario para «rellenar», sino que todo tenga su lógica y su momento de tranquilidad para no andar a las corridas. El itinerario «ideal», según yo, tendría que verse así:
- Tel Aviv 3 noches (un día ida al Mar Muerto y Masada)
- Haifa
- Acre
- Mar de Galilea
- Nazareth
- (Jerusalén) disputado
- (Belén) Palestina
- Eliat (como para completar todo Israel)
Bonus: Israel Gastronómica

Para mi, cada comida en Israel fue un deleite total. No importa si estás en un mall de estación de servicio, o si estás en un restaurante espectacular en Tel Aviv, cada plato te lleva en un viaje en sí mismo. Son sabores que tienen mil texturas y por eso creo que vale la pena tomarse un tiempo para disfrutar de la gastronomía israelí. Platos que no se pueden dejar de probar:
- Pita o pan árabe original
- Falafel
- Hummus (nunca se probaron demasiados hummus en la vida, y acá están los mejores del mundo)
- Shakshuka (huevos en salsa de tomate picante, en resumen)
- Shawarma (comida rápida con carnes como elemento principal)
- Mujaddara («ensalada» con lentejas)
- Tahini (de todo, especialmente de verduras, es delicioso y muy típico. Yo cocino con mi tahini en casa y es lo más)
- Halva (no es mi preferido. Digamosle como un «paté»)
- Y miles más. ¡Sin miedo! Todo es rico.
Entérate más
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Stella María
on 22 abril 2019Muy lindo y realista tus comentarios. Pero no veo nada de Belén …
Maria del Carmen Perrier
on 23 abril 2019Cierto. El día que nuestro grupo fue a Belén, nosotros fuimos al Mar Muerto y Masada. Para llegar a Belén hay que cambiar de guía porque es territorio de Palestina y no permiten ingresar a israelíes (por razones obvias). Según nos contaron después, en Belén se come espectacularmente bien y es un lugar muy lindo, aunque para ver algo hay que hacer tres horas de fila y podés estar menos de 5 segundos en los lugares sagrados.
Selva
on 24 abril 2019Nunca pensé en ir, pero ahora me dieron ganas. Added to the bucket list! Love you!
Maria del Carmen Perrier
on 25 abril 2019¡Qué bueno my friend! Quién te dice, vamos juntas 🙂 love u more !!!