«The World at Large»
No hay que dejar que las vidrieras con remeras fluo con «I´m in Miami, Bitch» estampado te engañen, la movida cultural va al galope en las tierras de Pitbull. Estos tres días fueron una gran combinación de buena comida, tragos y galerías, cortesía por un lado de la guía de mi editor local, y por otro de Nati que me introdujo el trago más espectacular que tomé en mi vida:»La Romera», aka te tomo como jugo pero no es una buena idea.
A pesar del estado «Romerístico» fuimos en busca de inspiración, primero al Pérez Art Museum y después a los obligados murales de Wynwood. Ahí entramos al Gab Studio, una galería que de afuera no dice mucho pero adentro es una isla adentro de una isla, un espacio medio laberíntico con talleres donde pintan los mismos artistas que exponen en la sala principal. Juzgando por la oscuridad del lugar todo indicaba que le habíamos errado de día, pero cuando ya estaba a punto de lamentarme por el mal timing, vimos adentro de uno de los talleres a una mujer que por estar tan concentrada en su lienzo blanco y negro, no se percató de nuestra llegada hasta que nos anunciamos.
The Magic Chair by Virginia Erdie |
En ese cubículo de 2 x 2 tapizado con los cuadros y esculturas de lo más originales, lo que más me llamó la atención fue una silla alta con detalles de espejos, apliques y pintura, que a medida que te acercabas se hacía cada vez más espectacular. Post permiso de la artista me senté en el trono y en un breve intercambio me enteré que estaba subida a la «Magic Chair» que ella misma, Virginia Erdie, había hecho. Sin dejar de pintar ni darse vuelta, siguió contando que no era de Florida sino que había decidido mudarse cuando escuchó sobre la movida del ahora famoso Art District. En sus frases aparecían no menos que cinco o seis ciudades cada vez, todos lugares donde había vivido, estudiando o pintado. Desde arriba de la silla, seguí mirando los cuadros y pensando que probablemente en otro momento me hubiera provocado cierta envidia todo lo que decía, pero por su forma de contarlo, simplemente me hizo pensar que su estado nómada sin ataduras había logrado poner en la tierra a una mujer plenamente realizada y satisfecha con el camino que había recorrido.
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