Roma: primera parte
Pasaron tantas cosas que no sé por dónde empezar. La última vez que escribí en el blog estaba en un Airbnb en Celio, así que creo que voy a empezar por ahí.
Estábamos en un Airbnb en Celio, el barrio que queda justo al lado del Coliseo. Nuestro primer mes fue muy raro porque por un lado estaba todo cerrado y no había ni un rastro del bullicio normal de la ciudad. Por otro, pudimos sentir a Roma casi que completamente para nosotros, una oportunidad única en la vida posiblemente, donde fuimos un par de afortunados con entradas de tiempo ilimitado para caminar por uno de los museos a cielo abierto más impresionantes del mundo.
Roma 3 – María 1
Durante el mes que estuvimos ahí, no se me cruzó demasiado por la cabeza el hecho de que nuestras cosas no estaban ni a miras de llegar a la ciudad (entre otras razones porque todavía no teníamos casa para ponerlas), pero de un día para el otro esa situación cambió: conseguimos casa, nos la dieron mucho antes de que empezáramos siquiera a pagar el alquiler, y nos trasladamos a Trastevere que, en términos de distancias romanas, es casi en la otra punta de la ciudad.
El capítulo de «la instalada» fue mortal. Se puede decir que una bienvenida «muy romana» también, según nos aclararon. El papeleo para instalar los servicios fue una ola burocrática sin sentido que me hizo extrañar la eficiencia de los trámites en línea en Uruguay como nunca (incluso fue más complicado que en Colombia, ¡mucho más!). A esta altura, el tiempo en el Airbnb se acababa y todavía no teníamos superficie para dormir. El gas no se podía instalar porque encontraron pérdidas, los del agua se rehusaron a aparecer para poner el contador, y el apartamento olía por todos lados porque lo entregaron sin pensar un segundo en que quizás era buena idea sacar las capas de mugre de meses de encierro.
Para peor, cuando vinieron a traernos la cama justo la noche antes de entregar el Airbnb (único mueble en el apartamento al día de hoy, exactamente un mes y medio después de esta historia), la calle estaba cerrada. Frente a este percance, los de IKEA no tuvieron mejor idea que llamarme para decirme que se iban y que reprogramara la entrega. Pese a la rabia que efervecía de cada célula de mi cuerpo, me iluminé y pensé: «me rehuso a que la situación empeore a este nivel como que me llamo María del Carmen Stellita«, y desencadené al jaguar sudamericano que llevo adentro decidida a detener el caos.
Primero le grité por la ventana a los de IKEA que no se fueran. Bajé las escaleras corriendo y me paré adelante del camión bajo la lluvia para proclamar con la seguridad del mundo que no me iba a mover hasta que no me bajaran la cama. Uno de los chicos se bajó del auto y me discutió unos buenos 15 minutos mientras su compañero intentaba irse por atrás con mis cosas. A esta altura ya estaba hablándole en castellano desesperada, mostrándole un mapa de Trastevere como si fuera experta en las calles del barrio (que son bastante difíciles de descifrar), y jurándole que me iba a trepar para sacar la cama así fuera lo último que hiciera. Cuando finalmente se dio cuenta de que no se iba a ir a su casa hasta que no bajara la bendita cama, reculó, y el personaje no solo me dejó todo mi pedido, sino que lo subió hasta el apartamento (después de ganar la primera discusión me arriesgué a un pequeño empujoncito más y le hice saber que su idea de dejármelas en la calle tampoco me causaba demasiada gracia). Roma 3 – María 1.
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Lo que sorprende a mi cerebro químicamente desequilibrado es que nada de esto me estresó tanto como me quería obligar a creer. Por un lado, admito que estas situaciones me frustraron (la «control freak» en mí no sabe lidiar con estas situaciones demasiado bien), pero a diferencia de otras historias de frustración en mi vida, estas no me dejaron ni siquiera una gota de sabor amargo. Cuando recuerdo este momento me veo dividida en dos. Una María luchando para solucionar las mil cosas que quedaban por hacer, y otra mirando para arriba apreciando las terrazas de Trastevere y soñando con aperitivos en tardes de verano. Para mi tranquilidad, logré vivir esta etapa con sus altos y bajos como el curso natural de las cosas, cuyo resultado fue un genuino e intenso cansancio, y no un trauma. Estaba sin gas, sin agua, sin cama, completamente agotada y sobrepasada por la situación, pero estúpidamente feliz. Y les digo esto porque, para mí y mi historial de superación de situaciones extremas (porque las mudanzas son situaciones extremas), es un logro inmenso.
En definitiva, en esta experiencia encontré una enseñanza que me sorprende que me llegue a esta altura, y es que pienso que aún con Roma ganándome físicamente varias peleas, yo fui capaz de ganarle en actitud. A pesar del dolor físico, logré crear un balance emocional que no me creí capaz de alcanzar jamás, y así logré generar una conversación positiva entre pensamientos y reacciones al punto donde la calma le antecedió y le sucedió a la tormenta. Cualquiera ve los hechos y piensa Roma 3 – María 1, pero en la profundidad de la historia, los números no son reflejo de nada.
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Un tiempo después…
Escribo lo que viene a continuación con muebles en el apartamento; llegaron la semana pasada. Ahora sí siento que puedo respirar profundo y caer en cuenta de una buena vez que vivo acá. Aunque suene tonto, siento que por fin llegamos todos, porque los álbumes de fotos, el baúl que compramos juntos con Andrés recién de novios y que prometimos «llevar con nosotros a cualquier parte del mundo que vayamos«, e incluso la cama y los libros de cocina, son parte de la historia que venimos construyendo juntos hace 7 años. Son piezas que me ayudan a entender lo que está pasando, a caer y aceptar la realidad, y a sentirme que, de alguna manera, llegué finalmente a un lugar para quedarme.
Enfrente al apartamento hay una iglesia, la iglesia Latinoamericana como si fuera poco. Ahí da misa el Padre Gabriel tres veces por semana, un colombiano súper joven que vive en Roma hace un par de años y reúne a la comunidad latina con cantos que se escuchan desde el escritorio. Abajo a la izquierda está el restaurante de Vincenzo, que cuando nos vio salir con las bolsas gigantes de basura de la mudanza, a la vuelta me preguntó si ya nos íbamos porque nos iba a extrañar. A dos cuadras está Julie, la amiga de una amiga que ahora me enseña yoga una vez por semana y con quien tomo unos cafés deliciosos acompañados de charlas que son igual de exquisitas. A una cuadra tengo el río, a donde voy a caminar una hora por día para mi rush creativo y ejercicio físico. Hacia el otro lado está Emo, el señor que nos alquiló el apartamento y que vemos a veces cuando salimos a dar una vuelta en su garage de Via dei Salumi guardando cosas. Emo nos habla en castellano —mezclado con inglés e italiano— porque quiere practicar. Un poco más lejos de mi ubicación están Flami y su familia, una prima que no sabía que tenía hasta que llegué a Roma. Conocerla me cambió la vida, y ella es una de las razones principales por las que siento que estoy en un lugar al que realmente puedo pertenecer. Después de algunas charlas que tuvimos, sé que en nuestra unión de sangre hay algo sumamente especial y descubrirlo va a ser una de las mejores aventuras. La bauticé mi primera amiga en Roma y apenas semanas después de vernos por primera vez, ya tenemos mil historias que contar juntas, las «Përez of the world, in Rome».
Así es como pinta mi vida ahora entre paredes naranjas y rosadas destartaladas, gaviotas ruidosas y postigones golpeándose con el viento primaveral de Roma. Y qué les puedo decir, es un cuadro que se ve muy pero muy bien.
stella
on 11 junio 2021Imparcialmente, digo: Qué bien trasmitís las vivencias. Nunca dejes de escribir.
Y qué ganas de ir a recorrer todos esos rinconcitos maravillosos y por supuesto, a conocer a Flami.
¡Abrazo GI GAN TE!
Maria del Carmen Perrier
on 18 junio 2021Gracias, Ma! jajaja
Rosina Otegui
on 18 junio 2021Que alegría saber que estás tan bien, disfrutando de esa ciudad maravillosa que te genera ese sentido de pertenencia tan especial !!!
Un placer disfrutar contigo y que nos hayas llevado al Coliseo primero y ahora nada menos que al Trastevere 🤗😍🥰🙅♀️
Maria del Carmen Perrier
on 18 junio 2021¡Gracias my dearest!!! Es eso, un sentido de pertenencia casi inmediato…algo nuevo e inigualable 🙂
Cristina
on 6 agosto 2021Me conecto con tu estilo despreocupado y alegre. Siento tu energía vibrar y me puedo transportar a cuanto lugar describes. No puedo no soñar con esa ciudad a la que siempre se quiere regresar.
Un abrazo.
P.s. Pendiente de cuando te decides a dictar unas clases de escritura…..
Maria del Carmen Perrier
on 7 agosto 2021¡Gracias mi tía postiza! Por leerme y dejarme tu comentario que me deja feliz porque ese es justo el objetivo: llevarlos por un rato aunque sea a Roma. Tengo en mente unas clases pronto, ¡les aviso por el newsletter! Beso gigante 🥰