Hablemos de lo mejor de Colombia
A Colombia no la conocí por ninguna clase de historia latinoamericana, poco y nada hablamos de la región en los 16 años de colegio en Uruguay. Tampoco la conocí por iniciativa propia y lamento esa falta de curiosidad durante tanto tiempo. A Colombia la conocí porque tuve la suerte de cruzarme con su gente.
Van a ser cuatro años desde que conocí a uno de mis mejores amigos, Diego. Él fue mi introducción a este país tan camaleónico e intenso. Cuento tras cuento me sumergió en una realidad mágica de verdad, con escenarios entre Santa Marta y Bogotá y un tipo de discurso que nunca había escuchado. La forma de hablar de Diego sobre Colombia es apasionante desde cualquier ángulo y lo cubre todo: la historia, cultura y detalles de los increíbles paisajes naturales como si fuera una enciclopedia. Más temprano que tarde capte que esta característica la comparte con casi todos sus compatriotas, al menos con los cientos que me he encontrado.
No con ese ánimo, pero aún así, fue el primero en hacerme notar que no sabía nada.
El tiempo pasó y como por atracción natural mi círculo de amigos se llenó de colombianos. Fui acercándome a ellos como abeja a la miel más dulce y los aprendí a querer a todos muy rápido, porque no puede ser de otra manera.
Sobrevivir a la altura con té de coca |
La primera vez que visité el país no sabía que esperar. Lo cierto es que a pesar de amar a su país, el colombiano también es muy crítico, entonces mejor dejarse sorprender. Me fascinó el paisaje, el nivel de los museos y la onda de los bares y restaurantes. Recuerdo que me hizo sentir a cuando me instalé en Buenos Aires en el año 2007, época cuando esta ciudad era posiblemente una de las mejores del mundo. En este caso fue la misma sensación pero unos metros más arriba y con dos días de respiración cortada.
Cuando conocí a Andrés sus primeras palabras fueron «los colombianos somos lo peor«. No le creí porque sabía que no era así, llevaba rato comprobándolo. Además de lo buena gente, practican una dinámica social que me fascina y no dejo de aprender de ella todos los días. Desde que llegué me adoptaron, pero no para transformarme en nada, sino para potenciar lo bueno que uno puede aportar en cada nuevo espacio en el que cae parado. No se trata de imponer costumbres o las formas, sino de mezclarlo todo y obtener algo mejor. Teniendo en cuenta la represión de personalidad que se puede llegar a vivir en algunos lugares e incluso el rechazo al simple hecho de haber evolucionado como persona, debo destacar que la liberación y paz que te impulsan a vivir es incomparable.
Después de conocer diferentes lugares del mundo y vivir en diferentes ciudades, uno se da cuenta que lo mejor que le puede pasar es caer en manos de tan buena gente. Puede que el tráfico estrese, puede que la altura cueste, pero nada se compara con la posibilidad de ser parte de esta historia de realismo mágico, siempre siendo uno, pero además, siendo uno más.
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