Cosas que decir: Flaca
Hace muchos años tuve un novio a quien no podríamos llamar un príncipe, pero sí un hombre realmente Encantador. Encantador tenía todas las cualidades de un gran tipo: era un gran amigo, un gran novio y, como si fuera poco, en mi opinión, un gran conocedor de psique de las mujeres.
Desde el comienzo de nuestra relación eso me llamó poderosamente la atención. Cuando hablabas, Encantador no parecía simplemente querer entenderte. En cada intercambio con él sentías su hábil zigzagueo para meterse en el laberinto de tu mente sin intención de salir hasta descifrarte.
En su momento, no fui tan rápida en reconocer que esa habilidad suya era una rareza en este mundo, incluso para otras mujeres. Sin embargo, durante años reflexioné sobre esta cualidad suya. Mi conclusión no tan reciente es que Encantador había alcanzado —lo que quizá ignorará, pero para mí siempre será— uno de sus mejores atributos porque tenía muchas hermanas. A todas ellas se notaba a leguas que las quería y leía extremadamente bien. Era cariñoso, cuidadoso, y vivía pensando en ellas.
Tal deducción no surgió de la nada. Un buen día recordé una conversación que tuvimos sobre una de ellas, la que parecía querer entender y proteger un poco más que las demás. Estábamos sentados en el sillón de su casa conversando muy normal de las familias, y de repente me dijo que para él era muy fácil saber cuándo esta hermana en cuestión se sentía bien o mal. Enseguida me aclaró que era muy simple: cuando perdía peso significaba que estaba triste, y cuando ganaba peso que estaba contenta.
En la onda de mi profunda inseguridad adolescente, yo, que no iba a las playas populares de la costa de Uruguay porque no tenía una panza plana, o una cola parada o unas tetas dignas de dibujos en bancos de colegio, eso me pareció alucinante. ¿De dónde saca Encantador que estar flaca es estar triste? ¡Pero no, Encantador! ¡Si eso es lo que todas queremos! Mi reacción rápida a su enunciado fue una simple muestra de que no entendía nada.
Ser flaca comprendía uno de los grandes temarios de lo que hablábamos con mis amigas. Era la razón por la que iba a una nutricionista cada vez que me tenía que poner un vestido. Era lo que te hacía digna de elogios en la familia. Lo que estaba bien visto.
Tanto en ese entonces como hoy, el «¡Qué bien que estás!» equivale la mayoría de las veces a «Qué flaca que estás». Un «¿Estás bien?» por el contrario, tiene altas probabilidades de querer decir «mejor no te comas eso».
No voy a engañar a nadie diciendo que las palabras de Encantador transformaron mi vida desde entonces, porque no fue así. Me seguí sintiendo mal por ganar peso, y bien por perderlo. Me siguieron gustando los halagos y cómo me quedaba la ropa cuando perdía un buen par de kilos, y seguí asociando a la comida con mi estado de ánimo como siempre. Ni que hablar que continué plácidamente rindiéndome a la culpa cada vez que iba a comerme un chivito sola en Barcelona, y seguí buscando dónde esconderme para llegar a la orilla del mar.
Pero ahora que desde hace meses pierdo aproximadamente un kilo por semana, ya no pienso lo mismo. En cuanto me vi que estaba frente a frente a mi laberinto mental sin ningún arma para descifrarme, no pude evitar pensar en Encantador. ¿Qué diría si me viera así? ¿Percibirá que algo no anda bien? ¿Notará que ni comer, de las cosas que más disfrutaba en la vida, me está sirviendo para levantarme el ánimo a veces? ¿Sabrá que, aunque me flote la ropa y me entren cosas que no me pasaban por una pierna desde hace 10 años, no veo ningún polvo mágico cayéndome encima para volverme lo feliz que pensé que sería?
En todo este cuestionamiento, además, noté como el cortocircuito de conceptos comenzó a permear en Amalia, mi hija, cuando alguien me comentó: «Amalia está muy linda, muy gordita. Pensar que después vas a querer que sea flaca.» Y ahí, simplemente, colapsé. Yo voy rumbo a los cuarenta años y debería tener algo más claro, pero mi hija tiene seis meses, ¿y ya le están proyectando esa protervia así? Respondí que no, que no iba a querer nada. Que lo único que quería era que fuera feliz.
Mi corazón se volvió a desarmar, como casi todos los días en algún momento del día, para trabajar las siguientes horas en volverlo a amar. Por eso, mientras escribo con unos pómulos que nunca antes había visto, una mandíbula que hace su debut y los huesos de los ojos que no se formaron con la intención que tienen ahora en el espejo, tengo claro que nada está cambiando. No parece haber manera de entender que muchas veces el cuerpo no es reflejo de lo que la mente siente. Que, sobre todo, el cuerpo de otro no debe ser algo que te interese. Si tan solo Encantador supiera. Vaya uno a saber qué diría. Capaz que estoy mejor ahora. Ahora que soy flaca.
Selva
on 9 noviembre 2023Nos hemos criado en una cultura de anorexia colectiva donde existe un estigma extremo de “estar flaco es igual a estar bien y ser atractivo”. De acuerdo contigo en que nada de eso tiene que ver con lo que nos pasa por dentro.
Virginia
on 9 noviembre 2023Pfff! Cuántas verdades en un solo artículo! Ay, «la figura»… si será y ha sido un tema que ha preocupado a las mujeres a lo largo de la historia!! Que si muy flaca, que si muy gorda, y también dependiendo de en qué época naciste, cuál de los estereotipos a seguir!! Tremendo. Y lo peor de todo, es que NUNCA, JAMÁS vi a un hombre preocuparse por su apariencia física de forma tan continuada y persistente a lo largo de su vida. En realidad, quiero plantar una bandera por Encantador, ya que coincido un poco en que hay ciertas personas que reflejan su estado anímico en su peso. Tal vez la fórmula de su hermana era tristeza=flaca; alegría=rellenita, pero en otros casos puede ser al revés, o se manifiesta en distintos cambios (a veces más drásticos que otros) sobre el peso habitual. En mi caso, las 2 veces que estuve más flaca en mi vida, no se asociaron a momentos felices de mi vida, sino todo lo contrario. En cuanto al comentario de qué querer para nuestras hijas… JA! No puedo estar más de acuerdo contigo. Y como Mamá de 2 «rellenitas» desde su nacimiento, te diré que es una constante lucha entre los estereotipos, los comentarios de los otros (algunos tristemente cercanos en la familia), la salud (porque por supuesto que tampoco podemos dejar de prestar atención a este componente), y las benditas estadísticas que marcan qué está dentro de lo «normal» o «esperable» (Para quién?). Ojalá tuviéramos la respuesta, lo que sí te puedo decir es que el alma no miente, y como sea que nos sintamos mejor, creo que por ahí va… no por el espejo o la balanza!
Rosina
on 11 noviembre 2023Me encanta todo lo que nos decis !!! Es la historia de mi vida y de casi todas las mujeres que tengo alrededor, estén en el contexto en que estén ! Que bueno que tu tenés claro lo que querés para Amalia, que sea feliz, ahora y siempre, más allá de cómo la perciba el mundo o más allá de lo que tu quieras cuando ella crezca 💚
Rosario Bonino
on 15 noviembre 2023Siempre un placer leerte María, tan humana, tan real !!!
Ea
on 15 noviembre 2023Tan cierto TODO ! El cuerpo que contiene nuestro yo , es nuestro ? Son tan «importantes » los comentarios y lo que creemos ver en el espejo ? Es un permanente diálogo, pero de acuerdo en q «ser feliz» intentar lograrlo, eso es lo más importante, genial Beba