En perspectiva
El fin de semana patriótico partí nuevamente en el viejo y querido Washington Deluxe a NYC a pasar un fin de semana familiar. Este bus ya se convirtió en hogar de varios posts, en parte porque de alguna forma tengo que pasar tantas horas y también porque desde que me dijeron que Woody Allen escribía los guiones en el metro -dato que todavía no me digné a corroborar-, aparentemente que me inspire esta chatarra queda como más canchero y no da cortar el hilo ahora. Este es uno de esos que empieza a la ida, y termina a la vuelta.
Después de unos días donde mi Facebook vio un record de «unfriend», «unfollow» y «I don´t want to see this», y en pleno pico de reacción alérgica a la vida mundialista, me hizo demasiado bien la visita de mamu, papá y el cerebro caminante de mi sobrina mayor, Milagros. Dos semanas de cenas con trago, entrada, plato, postre y café, y una vuelta a las cosas más importantes -dentro de las cosas más importantes- de la vida, curan todo, y más cuando el centro del universo es simplemente disfrutar a la enana. Si hay algo que aprenden los hijos menores es a malcriar, por experiencia, y yo tengo un Master de la Universidad de Mi Hogar.
La vida cerca de Times Square no es necesariamente mi taza de café, pero si hay que hacer pastillitas de m&m personalizadas, hay que hacerlas. (Regla número 1: malcriar no se piensa, se hace). Igualmente me propuse buscar un punto medio y movilicé al equipo a Strand que nunca falla. Apenas entramos en la librería actualicé la frase «más feliz que mamu en librería», por «más feliz que sobrina en librería», y ahí mientras degustaban los libros me fui a pasear entre sección y sección pensando: 1) que si me muero y buscan qué estaba leyendo voy a quedar como una niña romántica y sensible, quién hubiera dicho*, 2) que capaz no le tendría que haber agarrado tanto odio a Harry Potter, así por un tiempo no tenía que pensar qué libro leer después, y 3) que es bastante patético que al final haya salido con aquel tipo únicamente porque era de la nacionalidad del protagonista de la trilogía que leí el año pasado (sí mujeres, comprobado que el libro siempre es mejor que la película, Y que la vida real).
Cuestión que para hacer que Milagros pasara bien no necesitaba una entrada en primera fila del teatro, un peluche gigante o cruzarme con Demi Lovato. Lejos de. Viéndolo ahora creo que la tarde en Bryant Park y la compra del quinto libro de la saga que está leyendo -y que para la tranquilidad de mi hermano se trata de zombies o alguna cosa extraña, por lo que no hay chances de que se mande «la gran tía cósmica»- por ahora se llevan todos los aplausos.
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Milagros «elastigirl» Perrier en Bryant Park |
Charlando en el bondi a la vuelta, como ya no se podía ignorar más que el fútbol sigue existiendo, arrancó el delirio de papá para organizar la ida a ver al Barcelona, en cuatro meses claro está.
Yo: Enana, próxima parada Europa.
Milagros: Iaia, dejame disfrutar que acabo de llegar.
Y así como así me bajó a tierra y me puso en mi lugar. Verla disfrutar con esa sonrisa de todo lo que no estaba planeado y festejar los imprevistos me deja muda, y de ella aprendo no una, sino mil cosas todos los días. No hay vuelta que darle, el mejor regalo que te puede dar un hermano son niños como estos, que probablemente como nadie en el mundo, son los más indicados para ayudarte ver la vida en perspectiva.
*Actualmente leyendo «The Fault in Our Stars», no apto para sensibles, por lo que no tengo la más pálida idea por qué lo estoy leyendo.
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