Ellos saben
«Desde el momento en el que decides marcharte, tu vida se convierte en un vaivén de emociones, de lo inesperado, de aprendizaje e improvisación. Los sentidos nunca duermen, y durante un tiempo destierras la palabra rutina de tu vocabulario para dejar paso a la adrenalina.
Y… no hay vuelta atrás«
-«Vivir en otro país» escrito por alguien, enviado por la mejor Madrina que unos padres pueden elegir.
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– I don´t know how you are going to write about this.
Esa fue la única frase que la voz nos dio para cruzar con Rach en el bus a la vuelta de New York cuando le dije que iba a escribir sobre el fin de semana. Lo cierto es que hacía un rato lo venía pensando y aún con la falta de energía y un sueño atroz, la cuestión no me dejó dormir. No se me ocurría cómo explicar lo que fue pasar con mi familia de Brooklyn estos tres días de metamorfosis a conejito de Duracell, que incluyeron nada más ni nada menos que el festejo de mi primer aniversario en el imperio.
La previa fue un viernes intenso, el primer día de tres del festival de música Governors Ball que colmó todas las expectativas y mucho más. Pero justo cuando parecía insuperable, se hizo sábado. Sábado 7 de junio de 2014.
Abrí los ojos como si fuera navidad, desubicadamente temprano para el agote físico del viaje a la estratósfera de más 10 horas que significó el día anterior. Si bien había hecho mención de la fecha un par de veces en la cadena de emails de organización, no estaba segura si habían tomado nota de que el día caía justo ese sábado, pero cuando agarré el celular me encontré con un mensaje de Rach de hacía solo diez minutos y que al final leía «happy anniversary my friend». La busqué y me estaba mirando de reojo. Salté encima de la cama y después de un group hug con Luiza y de despertar a toda la casa con un escándalo quinceañero, arranqué un festejo demencial de 48hs.
Tenía por las dudas algunos chiches preparados: una tarjeta que me compré a mi misma en una farmacia indecente en la sección de «one year birthdays» y una velita de un año. Mientras intentábamos incrustar la velita de cebo barato en el bagel de ajo para cantar el feliz aniversario en portugués, la pobre se hizo añicos. Algo me dice que le había puesto mucha presión a la pobre velita, porque me quedé helada hasta que Diego me dijo «no te pongas mal Marie que la arreglamos», palabra santa. Una vez recuperada, soplé la velita y abrí mi carta como si no supiera lo que me había escrito: «I´m proud of you, cheers, yourself¨.
Partimos a encarar el día dos del festival con el equipo ya afianzado. Seis individuos, algunos hasta el día anterior desconocidos, unidos por diferentes razones que a este punto ya eran irrelevantes. En cuestión de horas teníamos código propio, apodos, chistes internos y dos guías por si nos perdíamos, Smiley Cyrus y Mickey Helio. Nos hicieron días increíbles, el lineup estaba hecho a medida y la energía a nivel de fábrica de Red Bull acompañada por festejos al grito de «Its my anniversary … with myself!». Rematamos con brindis en la terraza de Le Bain con mojito, crepe de banana y nutela y vista panorámica con la señora Libertad y la luna naranja atrás. Sinceramente, si pudiera cambiar cualquier- pero cualquier- cosa de esos días, sería absolutamente nada. Mejor dicho, si tuviera que cambiar cualquier cosa de este año, no cambiaría absolutamente nada.
Ver los mensajes de aniversario de mi familia y a Rose anunciando lo que para ella es el AC2 (segundo año cósmico), a Diego tomarse en serio la curación de la vela y al equipo de GovBall festejar conmigo de esa manera, me demostró que sabían que el festejo no se trató realmente de haberme ido de mi país o de haber estado equis cantidad de tiempo en un mismo lugar geográfico. Es -bastante- más que eso. Y ellos saben.
Tal como si fuese el Truman Show, creo que así solamente me hayas cruzado un día en la calle algo tuviste que ver con este año que para siempre va a tener un lugar terriblemente especial en mi línea de tiempo. A esos mortales y a aquellos con quienes compartí algo -muchísimo- más que una mirada en el semáforo, gracias por ayudar a mis padres y hermanos a dormir tranquilos hace 365 días. Me llevo una familia en el norte, unos amigos de un nivel inexplicable y muchos hermanos del alma, a quienes les debo todo por agrandar esta sonrisa. Desde Júpiter, gracias totales.
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