Diario de Viaje: Praga
Parada Tres
Praga
A Praga la tenía entre ceja y ceja hace muchos años. Desde siempre, tengo el recuerdo de mi madre diciéndome una y otra vez que era su ciudad preferida y, siendo ella una persona muy viajada, durante todo este tiempo me intrigó mucho este lugar que la dejó tan impresionada.
Llegamos a Praga en tren después de aproximadamente cuatro horas de viaje. Cuando salimos de Viena el día estaba infernal, de lluvia helada y el cielo completamente nublado. En el camino, se fue mejorando el día de a poco y, para cuando llegamos a República Checa, ya parecía todo un cuento de hadas.
Nos quedamos en un hotel del otro lado del casco histórico y creo que fue una buena decisión porque igualmente en tram o caminando se llega en menos de 10 minutos al centro y se evita la vorágine de algunas calles de Praga donde circula demasiada gente. Especialmente si comparamos con los dos destinos anteriores (ver Diario de Viaje de Budapest y Viena.
Empezamos el recorrido del lado del hotel hacia el norte rumbo al castillo. En el camino, pasamos por la pared de John Lennon que en teoría se supone que está pintada divinamente con letras de canciones de los Beatles y mensajes del artista. Al llegar, vimos mucha gente pero con toda honestidad no sentimos nada. De la pared inicial por lo visto no queda nada, o si queda, es muy poco. Al llegar habían tres chicos pintando encima mensajes contra Trump y otras opiniones políticas, por lo que creo que el significado de la famosa pared quedó en el olvido.
Visto esto, continuamos hacia las escaleras que llevan al Castillo de Praga. Antes pasamos por la Iglesia San Nicolás que es espectacular, por el Senado y varios palacios que quedan por el camino. Si hay algo que quedó claro hasta este punto es que todo en Praga es digno de admiración.
En el camino hacia arriba las vistas se ponen cada vez mejor. La perfección de las fachadas, las cúpulas y los palacios, le dan a la ciudad una silueta única y brillante.
Por algún motivo, no hay tanta gente y logramos disfrutar esta parte con total tranquilidad. Dimos toda la vuelta hasta llegar a la cima, donde encontramos una fila de kioscos sirviendo comida típica. Decidimos comer algo rápido ahí y descansar un poco, así que salió como anillo al dedo una salchicha, una brocheta y dos cañas para comer mientras deleitamos la vista.
Después, entramos nuevamente a las murallas del castillo a conocer la Catedral Metropolitana de San Vito. Creo que tengo ya una alta dosis de iglesias vistas, entonces no estaba muy entusiasmada, pero por suerte hicimos la fila y entramos porque es espectacular. Creo que es inesperado lo que se encuentra adentro, y por ahí dejo el tema en suspenso.
Seguimos rumbo abajo por el interior de la muralla hasta que vimos venir una nube gris que gritaba lluvia torrencial, así que nos refugiamos en una de las terrazas con vista al casco histórico a tomar algo mientras pasaba. De estos pequeños momentos están hechos los mejores viajes. Del silencio, la vista, y caer en cuenta de la suerte que se tiene de poder estar ahí.
Cuando paró la lluvia, seguimos por las escaleras hacia abajo para tomar el tram. Qué invento este. Con un pase de dos días, fuimos subiendo y bajando en las diferentes líneas, recorriendo los sitios más emblemáticos – y los no tan reconocidos pero igualmente lindos – de Praga. Después de un café en la plaza , seguimos a ver el reloj astronómico, subimos a ver las sinagogas y la calle de lujo de la ciudad. Al volver hacia el río después de una intensa caminata me percaté de algo: nunca había viajado en otoño. Solamente me di cuenta por las diferentes tonalidades de amarillos y naranjas de los árboles, salió el sol de nuevo y el resto es pura magia. En la medida que bajaba el sol y se iba reflejando en el agua, eso se transformó en una de las vistas más espectaculares que vi en mi vida, y entendí finalmente, por qué hablan tanto de este lugar encantado.
A la noche fuimos a comer a un lugar típico cerca del hotel en el barrio Malá Strana, el café y restaurant Olympia. Si están por ir a Praga, por favor, vayan. Qué delicia de lugar. Sirven platos típicos que no se encuentran en ningún otro lado, de esos que sirven las abuelas checas desde hace años en sus casas. El lugar también tiene mucha historia, puesto que desde 1930 se sirven platos deliciosos primero con el nombre Urban Café, luego Ópera Café y finalmente Olympia.
Después de ir a sacar fotos nocturnas y pasear por el espectacular y renombrado Puente de Carlos, terminamos tomando unos tragos en Hemingway, un sitio de cocteles de autor que encontramos por casualidad, también, perfecto para una noche tranquila y probar tragos en copas únicas de cristal de baccarat.
DÍA DOS
Antes de venir a Praga fuimos a la librería de nuestro barrio en Bogotá a buscar novelas históricas para ponernos en contexto. Andrés eligió el libro HHhH de Laurent Binet, recomendación del bibliotecario que, además, también fue a Praga en esta fecha motivado por esta lectura. La historia gira alrededor de lo sucedido en la Operación Antropoide en Praga durante la segunda guerra mundial, por lo que hay varios escenarios que aparecen en el libro que Andrés quería ir a ver, y por supuesto me pareció muy emocionante seguirlo visto que estoy después en la fila para leerlo.
Por tal motivo, comenzamos por la iglesia Cyril, en la parte nueva de Praga, que tiene un museo debajo que es fundamental en la historia del libro y fue un escenario clave en la Operación Antropoide. El museo es chiquito y de entrada gratuita, por lo que creo que a cualquiera que le gusta la historia puede ir y apreciarlo. Se cuenta muy bien todo lo sucedido y es realmente escalofriante estar ahí donde pasaron tantas cosas.
Muy cerca de este punto está la Casa Danzante de Praga, un edificio moderno y muy particular que simula con su silueta la de dos personas bailando. Arriba tiene un restaurante con vistas muy lindas de la ciudad.
El tram es el remedio del cansancio, así que nos fuimos hacia el norte de la parte antigua a pasear y tomar un café de media mañana. Tuvimos la suerte de toparnos con Bake Shop , una panadería local con un café delicioso que también sirve almuerzos sanos y ricos.
Muy cerca a pie estaba la Torre de Pólvora del siglo 15 y unos pasos más hacia el Este la calle comercial Na Prikope ideal para comprar regalos y recuerdos. Al final de esta calle, hacia la izquierda, aparece una calle doble vía muy linda con un cantero en el medio. Por estos días tenía una feria de comida y artesanías que desemboca en un edificio impresionante donde actualmente están trabajando para acondicionarlo para un museo.
Todo esto lo hicimos un poco para hacer tiempo para llegar a almorzar a Lokal, un restaurante famoso de Praga por sus platos tradicionales y poco elaborados pero con excelente gusto, y sus fiestas nocturnas. Al llegar, nos dieron una ticketera con vasos de cerveza para chequear cuántas habíamos tomado. Lo curioso: aparentemente la gente se queda cien horas ahí tomando porque cada ticketera tiene para marcar por mesa unos 110 litros.
Por la noche, volvimos al castillo en la cima del monte en tram para tomar fotos de la ciudad iluminada. No había mucha gente y estaba todo medio cerrado, pero la ciudad es segura y realmente no sentís miedo en ningún momento. Después bajamos a la parte antigua a tomar fotos e intentar ver algunos monumentos con menos gente.
Por último fuimos a comer y tomar algo a un pub que nos cruzamos – cero memorable – pero ideal para brindar y festejar por este viajazo inolvidable, y por una Praga que en un futuro nos verá volver.
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