Cosas que decir: Latinoamericana
Viví 23 años de mi vida sin saber que era latinoamericana. Me encantaría estar exagerando, pero lamentablemente no es el caso. No tenía la menor idea.
Vengo de un lugar donde una banda —en mi opinión, bastante infame—, cantaba con cierto éxito “pensarán que soy medio ladino/ o que vivo borracho de vino/ quieren hacerme creer estos cretinos/ que los uruguayos somos latinos”. Aunque no sabía a ciencia cierta a qué se estaban refiriendo, hoy tengo más claro que esa tendencia AlbertoFernandística de “nosotros vinimos en barco, ellos vienen de la selva” * no solo es de una ignorancia y soberbia digna de quien la recita, sino también una oportunidad perdida.
Bienvenida al universo de América Latina
En el 2013 entré como pasante a un banco de desarrollo para latinoamérica a 8.000km de mi ciudad natal. Aquella de la que había escapado apenas algunas veces solo para ver las palmeras y el agua cristalina en el Caribe, alguna ciudad icónica europea o las costas de Brasil.
Mis abuelos, en su mayoría de descendencia del viejo continente, nos habían inculcado a través de la gastronomía, y alguna cosa más, una cultura más bien española. En el colegio, habíamos cultivado altas dosis de historia inglesa y algun detalle simbólico de historia nacional. Ahí como por obligación. Del resto, honestamente, no sabía nada.
¡Ah! Pero qué magia presencié durante esos primeros días en la oficina nueva. Solo de pensarlo se me endulza el paladar. No fue sino pasear por la cafetería y empezar a hacer amigos que mi mundo se abrió como si me hubiese tragado un catálogo de Pantone y hubiese comenzado hace escasos segundos a ver más que los colores primarios.
Me fue imposible no prestarles atención a esas mujeres sin miedo a la altura vestidas en los colores más llamativos de su ropero para hacer de lámparas entre las mesas del almuerzo. Amplié la capacidad de mis oídos para escuchar de refilón la música tropical que emanaba de las oficinas a mi alrededor, e intenté recopilar para mi playlist emocional acentos que, más que palabras, pronunciaban caramelos. Me volví, sencillamente, una espectadora de una diversidad energizante.
Dado esto, no tardé demasiado en darme cuenta de que existía un universo paralelo que me estaba perdiendo. Y lo que era aún mejor, es que se trataba de uno al que desde siempre estuve invitada, solo que todavía no me había detenido a abrir el buzón.
La ignorante arrepentida
Irónicamente, fue refrescante darme cuenta de mi ignorancia porque ahora me quedaba la mejor parte: aprenderlo todo.
Desde la gastronomía peruana, a la realidad hondureña a los desafíos costarricenses. De la sensibilidad colombiana, al surrealismo mexicano a la lambada brasileña. Y así y con todo calando en mi ser, en aquel edificio, paso a paso, fui arrancando el telón que separaba la unidimensionalidad de mi realidad rioplatense con esa fiesta.
En paralelo, también me dediqué a pensar en qué podía traer a la mesa este cuerpo con nostalgia sellada en el pasaporte que, en su contratapa, cargaba con la vergüenza ajena de la postura del Cuarteto de Nos y sus letras antilatinoamericanas. Ya no se trataba solamente de una carga. Ya era personal, y casi como una responsabilidad.
Cuando conocí a Andrés, esa fiesta a la que me había propuesto entrar se llenó de gente. Como colombiano, ubicado en un punto culturalmente estratégico entre sur, caribe y norte, él había saboreado mucho antes que yo casi todo lo que este espacio geográfico tenía para ofrecer. Darme cuenta de esto me hizo sentirme ignorante y envidiosa.
Cuando nos mudamos a Bogotá, ya en medio de esa conversión apasionada para pertenecer a todo esto que me fascinaba, enmarcamos el mismo poster que se ve al fondo de mis videollamadas que dice “We are South American Rockers”, letras de una canción de rock chileno. Al mismo tiempo, la casa se empapeló de todas las lecturas que él traía desde hace años y de las que luego fuimos acumulando juntos. Esas que van desde “Qué pasaría si Latinoamérica dominara el mundo” hasta las historias mínimas de alrededor de 10 países de la región. Cómo no, también poseemos una “Tacopedia”.
A esta altura, se me hace imposible ignorar el Bogotálogo, el mapa de Sudamérica antiguo que compramos en Bolivia o mi cuadro preferido, América invertida, de Joaquín Torres García. Y ni que hablar de la tradición de desayunar los domingos con Bronco y Los Ángeles Azules de fondo. Es que, 6 años después, ya no hay escapatoria, por suerte, de esta sinfonía que se hace llamar latina y se volvió parte de mi ser.
La «Chiri» cumbiera y matera
Todo esto me hizo pensar en la beba en camino y en su identidad. Por ahora, juzgando por mis antojos de frutas tropicales y sus patadas cuando escucha “Que no quede huella que no y que no, que no quede huella”, ella ya sabe a qué jolgorio se está prendiendo. Cuando, como nos pasa a nosotros, vengan los italianos a preguntarle “¿Y por qué cada vez que se juntan con tus amigos terminan bailando?” y se den vuelta los 10 latinos desaforados agitando al ritmo de Karol G e intentando de entender la pregunta, les responderá con un acento medio rioplatense, medio del trópico, “¿Cómo así? ¿Y ustedes qué hacen?”. Con seguridad y soltura, sí, pero como no dando crédito a tanta pasividad.
Y eso va a pasar porque, decida lo que decida, mi hija ya es colombouruguaya, y como tal, latina. Hija de la cumbia y el mate, y parte de los casi 700 millones que saben que la vida, con sus penas y alegrías, se sobrelleva mejor bailando.
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*En el 2021, en la visita a Argentina del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez, el presidente argentino Alberto Fernández dijo: «Escribió alguna vez Octavio Paz que los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de Europa, y así construimos nuestra sociedad”.
Selva
on 9 marzo 2023Me encantó la reflexión, es muy cierto. Latinoamérica “loud and colorful” es única, al igual que vos amiga querida!
Maria del Carmen Perrier
on 10 marzo 2023jajaj será por eso que me siento identificada 🙂
¡Gracias amiga linda!!
Susana Bonino
on 9 marzo 2023Hola María, muy movilizantes tus reflexiones acerca de lo latino (latinoamérica). Loa rioplatenses hemos sido educados mirando Europa (gran parte de los más veteranos).
He vivido en Asunción y el norte de Argentina (frontera con Bolivia). Culturas riquísimas y antiguas de las que yo era ajena. ¡Ni siquiera tomo mate!
Salta me marcó mucho. Tanto por su geografía maravillosa como por su gente. Pensamos muchas veces en vivir permanentemente en los cerros. No nos animamos. Dos hijos y 2 nietos en Buenos Aires y otros dos hijos en Europa lo hacen más difícil. Divididos y privilegiados pasamos parte de nuestra vida en el viejo continente, otra parte en el litoral del río Uruguay, Buenos Aires y los fines de año en los cerros calchaquíes.
Celebro en grande nuestra vida nómade.
Me regocija que disfrutes tanto tus amores latinoamericanos y tu chiquita ya lo sabe.
A disfrutar cada día, cada hora.
Abrazo enorme.
Maria del Carmen Perrier
on 10 marzo 2023Suana,
¡Yo también celebro EN GRANDE tu vida nómade!
Me alegra que esos cambios nos hayan permitido llegar a conclusiones similares. Nada más lindo que conectar a través de estas experiencias.
Fuerte abrazo,
Maria.