Con Tchaikovsky de fondo
– Huevón, ¿se da cuenta? ¡Vamos a gobernar este país!
Escuché decir de mi izquierda a derecha a dos segundos de empezar la segunda parte del concierto de Tchaikovsky en el Kennedy Center. Entre solos de violín, cansancio e hipnotismo me quedé yendo y viniendo, pensando que entre tal música y ola de ambición ahí estoy yo, ¿haciendo qué?
Un tiempo después me fui a Colombia por primera vez, primero Cartagena y después Bogotá. Bailé, luché contra la altura, caminé, comí (Dios, cómo comí), pasee, bailé un poco más y le puse caras a cuentos. Estando ahí fue más claro entender lo que hacía dos semanas había escuchado, con Tchaikovsky de fondo.
Me di cuenta que estaba frente a un grupo de personas que tiene claro no sólo donde está parada, sino que sabe y asume el rol que le toca en la historia de su país. Un grupo de personas que por el contexto en que crecieron, fueron ganando conciencia de la responsabilidad que tiene su generación, que incluye nada más ni nada menos que pavimentar el camino hacia la paz.
Recuerdo una conversación que tuve a semanas de haber llegado a DC, donde alguien se tomó su tiempo para definir, según él, cómo eran las personas de acuerdo a su nacionalidad. Me acuerdo de escucharlo decir:»…y no vas a encontrar Colombiano que no quiera ser Presidente». Y al tiempo encontré uno, después otro, después un Alcalde, y con el tiempo entendí que el mensaje no era tan «textual», sino que habla del compromiso que tienen con la causa.
Después de unos días recorriendo Bogotá, fui a comer con mi hermano colombiano recién mudado de nuevo a su capital. Le conté de la almojábana, mariachis colombianos y montañas, todas cosas que por supuesto él ya sabía. Cuando toqué el tema de su cambio de ambiente y trabajo, vi en sus ojos todo lo de arriba expresado de la mejor manera posible para un extranjero ajeno a todo ese tipo de sentimiento:
-«…entonces, me encuentro sentado el otro día en una reunión, rodeado de toda esta gente, viendo como hablan del proceso de paz y el fin del conflicto, y me doy cuenta que yo también estoy sentado ahí. Soy parte de esto, ¡¿me comprendes Marie!?
Me puse feliz por él, y también lo envidié. Lo envidié por lo que estaba sintiendo, algo que no veo en mi país a no ser cuando escucho a alguien de la generación de mis padres y tíos hablar de la época de la dictadura.
Con Tchaikovsky de fondo, sigo pensando en cómo hacer ese sentimiento contagioso y exportable, y evito pensar en la posibilidad de que solamente si sufrimos, solamente si vivimos en primera persona una época lamentable y desagradable, somos capaces de reaccionar que el presente y futuro de donde vivimos, depende del rol que elegimos tener hoy.
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