Bichito minúsculo
Por Carolina Fonseca
Cuando empezó todo esto, lloraba. Y al intentar de entender la razón de mi llanto, me di cuenta de que era un llanto de felicidad y, al mismo tiempo, de angustia.
De angustia por la incertidumbre y por sentir que no tenía todo bajo control (este, de hecho, es uno de mis grandes defectos). Pero darme cuenta de que era un llanto de felicidad también, me reconfortó.
¿De Felicidad? ¿Ante esta situación tan desafortunada?
Y en algún lugar entre esta pregunta y su respuesta, me detuve a pensar.
Reflexionando en este vacío fue que entendí que mi alma veía esta situación como lo que finalmente el mundo y la sociedad necesitaba para tener un cambio profundo y necesario.
A mí, personalmente, este bichito minúsculo que no podemos ver al ojo —una de las cosas que más me sorprende de toda esta situación— me ha obligado a enfrentarme a todo lo que soy. Me ha puesto de frente a mis miedos y frustraciones. Me ha permitido ver más claramente mis sueños y me ha hecho medir nuevamente mis expectativas. En definitiva, me ha dado una nueva perspectiva para entender, y creo y espero que no solo a mi sino al mundo entero, lo frágiles que somos.
No necesité de terapias ni sesiones de hierbas. Bastó con la presencia inesperada e impensada de un bichito minúsculo para obtener la mirada que tanto buscaba y no encontraba. Una mirada que más que nunca me ayudó a agradecer desde el fondo de mi ser, por todo. Especialmente todo lo que antes daba como un hecho. Desde lo más sencillo, como poder salir a caminar, tomar el aire todos los días, compartir momentos con amigos, familia y colegas, y salir a tomarme una cerveza, hasta lo más complejo, como aprender a apreciar a mi pareja por todo lo que es, y no menos importante, lo que no es.
Como todo gran momento de aprendizaje, aún en las revelaciones más felices, no ha sido fácil. He tenido unos días “OK”, unos días buenos y otros días llenos de ansiedad y poco sueño. Y aún así, en todas esas etapas que tuve que vivir, desde mi corazón mi voz interior solamente anhelaba una cosa: que todo esto no sea en vano y que realmente sepamos atravesar todas estas transformaciones con verdadera empatía y reflexión.
Ahora, si bien comencé esta aventura de cuarentena llorando de felicidad, también me obligué a ser realista. Si bien es cierto que siento que este bichito minúsculo es lo que necesitábamos como personas y como sociedad para enfocarnos en lo realmente importante, y que también ha servido como medio para dejar atrás sistemas de vida que no son sostenibles para el planeta ni para la sociedad, hoy, dos semanas y media después del inicio de la cuarentena, debo admitir que soy un poco menos optimista.
Creo que, desafortunadamente, esta pandemia no será suficiente para transformarnos en una sociedad más justa para todos. No veo viable que encontremos todas las soluciones ya mismo, y temo que el proceso será largo, muy largo.
Sin embargo, sí siento que esta será una de las muchas lecciones que tendremos en nuestras vidas, y posiblemente la primera gran lección a nivel global de nuestra generación. Este momento será el que nos hará evolucionar en nuestra forma de conectar, y que nos cambiará de adentro hacia afuera en un efecto cascada de una generación a otra.
Este bichito minúsculo, que no se puede ver, tiene un poder enorme, y en lo que va de su existencia, por lo menos a mi me ha cambiado, y espero que para bien.
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