3 libros que cambiaron mi manera de escribir
Todos los libros y recursos que he leído de grandes escritores coinciden en que el hábito de la lectura y la calidad de la escritura están estrechamente relacionados. Si bien parece obvio, muchas veces no lo es. Es triste, pero cierto.
Igualmente, además de lo obvio o del que tan obvio no lo ve, en todos estos años dedicándome a la escritura lo pude comprobar muy de cerca. Efectivamente, todo lo que leo influye directamente en lo que — y cómo— escribo después.
A veces, un libro me gusta tanto que trato de releer partes que me enseñen una nueva técnica. En otros casos, un texto me parece tan malo que me construyo una bandera roja mental para detectar errores y, ojalá, nunca terminar ahí.
Además de todo esto, en el curso de Novela I de la Escuela de Escritores con la autora y profesora Sara Jaramillo Klinkert, hemos conversado bastante sobre esto. En cuanto definimos de qué iba nuestro proyecto, Sara nos habló del «libro guía» o «libro de referencia». Se trata de aquella obra que tiene unos huesos parecidos a nuestra idea y que, como grandes obras con tiempo en las librerías, son una excelente ilustración de cómo funcionan nuestras tramas, narradores, conflictos y todo lo que la novela tiene que tener.
Mi libro guía en este caso fue La campana de cristal, de Silvia Plath, una recomendación de la profesora misma que no pude soltar apenas empecé a leerlo. ¿El resultado? Una voz narrativa en mi proyecto mucho más elevada y concreta en sus objetivos. El sueño de un escritor.
Ahora que te dejé este contexto, paso a lo jugoso y te explico por qué estos tres libros, definitivamente, cambiaron mi manera de escribir.
1. Subsuelo, de Marcelo Luján.
No tengo intención de dejarte una reseña de los libros a continuación, pero con este creo que sería extremadamente difícil. Se trata de un libro que tiene innumerables tramas para desentrañar y mil cosas que se pueden analizar, tanto del punto de vista narrativo como psicológico y emocional. Es de esos libros que, en mi opinión, te dejan una cicatriz lectora.
Lo que sí puedo decirte es que es una obra que rompe todas las reglas de escritura que te enseñan en cualquier escuela, y justamente por eso está bueno.
Se trata de saber todo lo que funciona en una historia, para después, si se elige romper con ese funcionamiento, que sea a conciencia y con prudencia para que efectivamente funcione.
En esta obra espeluznante, Marcelo Luján da una clase en la descripción de espacios y en cómo se puede hacer una revolución en el esquema típico de una historia, de manera correcta.
2. La campana de Cristal, de Silvia Plath.
Cuando empecé a leer este libro entendí a lo que se refería mi profesora con «encontrar tu voz narrativa». Están tan bien logrados los monólogos, las digresiones y los diálogos en primera persona que Silvia Plath nos deja sintiendo que ella, somos nosotros. Si de voces narrativas se trata, por lo tanto, este será siempre mi libro de referencia.
De más está decir que, como mera recomendación, tanto para el que quiere enfocarse en la escritura como no, es una lectura impresionante. A mi me dejó compenetrada desde el primer momento y la historia se me hizo tan real que, al terminar, me costó soltarlo.
Vale mucho la pena tenerlo a mano y releerlo cada tanto.
3. La invención ocasional, de Elena Ferrante.
A mi me encanta Elena Ferrante en todas sus dimensiones: novelista y columnista. En la segunda versión, Ferrante se luce como nunca en «La invención ocasional» y, en mi opinión, se convierte en referente de lo que significa escribir siendo mujer.
Sus reflexiones sobre la transformación que debió atravesar desde sus inicios hasta ahora para serle fiel a su condición de mujer escritora por encima de lo que las editoriales «demandan», es fantástica. Cuestiona, cuestiona, y no deja de cuestionar, y yo de vez en vez, confieso que vuelvo a este libro antes de escribir para nutrirme de esa valentía y desafiarme a mi misma a romper los moldes impuestos por el afuera para escribir desde mis entrañas, lo más profundo posible.
En ese sentido, croe que Ferrante nos prepara el camino con sus confesiones, y nos ayuda de manera muy sana, a escribir diferente. A escribir desde quiénes somos. En definitiva, ¡una joya!
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