5 cosas que le diría a mi «yo» de 25 años
5 años es poco y es mucho. Poco porque queda mucho por hacer, y mucho, porque se viven tantas cosas que, desde esa perspectiva, parece una eternidad. En esta celebración de los 5 años de Yo No Soy de Acá comparto una lista de 5 cosas que le diría a esa María de 25 años a punto de publicar su primera entrada de blog.
1. Este se va a convertir en un paso fundamental en tu vida. Saborealo.
Si bien siempre me encantó escribir, y lo hago desde muy pequeña, nunca me había tomado en serio la posibilidad de comenzar a publicar ninguno de los poemas, cuentos, canciones, reflexiones y demás que tenia anotados en mi colección de libretas. El miedo (¿pánico?) que sentía al pensar en que alguien iba a ver esa faceta y explorar una parte tan íntima de mis pensamientos me resultaba paralizante. Sin embargo, ese día que le di «publicar», no fue nada como lo había imaginado. Me sentí viva, libre, realizada de una manera que nunca antes había sentido. Me transformé en una persona más segura e infinitamente más arriesgada en las decisiones grandes y pequeñas de la vida. Hoy me diría: «María del Carmen, ¡disfrutá! ¡Disfrutá más! No hay que vivir tan consciente de uno mismo. Se gana mucho más arriesgando a hacer lo que te hace feliz».
2. Aunque es cierto que comprendés mucho más del mundo, aún te falta una tonelada.
Los 25 me agarraron en una época muy feliz de mi vida. Estaba viviendo en Washington D.C., haciendo unos amigos espectaculares, trabajando en un lugar que amaba y explotando una gran faceta profesional que hasta el momento estaba oculta. El cambio que requirió esa mudanza me ayudó a crecer, a valorar mucho más a las personas y sobre todo a elegir mejor a quiénes quería hacer parte de mi vida. Todo fluía, todo parecía ir encaminado y estar sumamente claro. Pensé, ilusamente, que todo iba a seguir así para siempre. Si pudiera volver el tiempo atrás no tomaría tantas cosas por sentado, haría más esfuerzo en algunas áreas que descuidé y tendría la guardia más atenta para atajar a tiempo la toxicidad que, aprendí después, aparece de las formas más inesperadas.
3. No dejes que la distancia te gane la guerra.
Mantener relaciones a distancia es una tarea titánica y es uno de los desafíos constantes de mi vida. Por supuesto que con la familia es más fácil porque el lazo corre por las venas, pero con amigos y personas que queremos no es tan sencillo. En general, requiere mucho más esfuerzo, empatía, comprensión y, sobre todo, tolerancia. Creo que cada mudanza representa una batalla, donde de un lado estás tú y la vida que dejás atrás, y del otro lado los kilómetros que se suman. Hoy entiendo que algunas de esas batallas las perdí, pero me niego a perder la guerra.
4. No permitas que nadie defina quién sos, no te vendas ni por un minuto.
Soy una de esas personas a quienes no le cuesta nada cuestionarse a sí mismas. Siento que es importante para des aprender muchas cosas que el entorno me fue inculcando con las que hoy no estoy de acuerdo. De hecho, lo hago tanto a veces que me paso para el otro lado (estoy trabajando fuerte en esto). Sin embargo, me he cruzado con gente en la vida del estilo que le gusta denigrar y cuestionar el criterio de otros para ganar poder y controlar sus futuras decisiones. Son esas personas «sabelotodo» que logran hacerte sentir una completa boba, ignorante y falta de experiencia. Manipuladores que, aún sabiendo que uno no es ninguna de esas cosas, logran congelarte y transformarte. Esto es peligroso porque uno se pierde a uno mismo, pero además porque ganar confianza nuevamente es muy difícil. La fe en uno mismo, en nuestro propio y único plan de crecimiento y maduración, es sagrado, y es el último poder que debemos entregar para ser seres más humanos y realizados.
5. Esta es la mejor versión de ti, buscala siempre que sientas que te hace falta.
Tantos cambios y tan abruptos me llevaron a sentir que muchas veces la vida me pasaba por arriba. Algo que sé ahora es que, en esos momentos, además de pedir ayuda, lo que más me devuelve al eje es pensar en esa versión de mí que a los 25 irradiaba la confianza más plena y feliz que conocí en la vida. Que tenía hambre de comerse al mundo, de aprender, de darlo todo por quienes quería y lo que quería, y que, bajo ningún concepto, bajaba la guardia y olvidaba ponerse la sonrisa. Estar así de perdido es como intentar llegar del centro del mar a la orilla con todas tus fuerzas pero la corriente no te lo permite y te chupa más hacia adentro. En vez de desesperarte, si mantenés la calma, vas a poder detectar mejor esa ola que te ayuda a ganar impulso para finalmente tocar la arena. Esa ola no es nada más que tí mismo, tu mejor versión.
Mirar hacia atrás no es fácil, a veces ni siquiera conviene, pero el ejercicio de hablarse a uno mismo más joven e inexperto puede llegar a ser grandioso. Animate y dejá en los comentarios abajo: ¿qué le dirías a tu «yo» de 25 años?
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