Pasando por algo
Estuve muy callada, aunque por fuera, no por dentro. Es tan difícil acertar en la mejor manera de navegar esta tormenta, que inicialmente por temor y después porque no encontraba la forma, pensé que era mejor anidar con mis emociones. Decidí entonces mantenerme en mi mundo paralelo sentada en un banco al exterior de una casa invisible mirando hacia el horizonte a una lluvia torrencial que espesaba todo el aire a mi alrededor y me obligaba a limpiarme la cara de las gotas de humedad que me caían de la frente permanentemente y no me dejaban ver nada.
Ese tiempo que me dediqué en silencio, y ahora más consciente de lo que sé que llevo oculto y acumulado dentro, es el que me está animando a completar esta hoja que me enfrenta en blanco. Cómo canalizar todas las cosas que pasan por este pequeño ecosistema que es uno mismo, y cómo saber como hacerlo de una manera que sea útil para uno, y también para alguien más.
Durante un tiempo la tormenta que veía de lejos se volvió interna. Uno, dos y tres estados de ánimo por día. Cuatro, cinco y seis inclusive. Algunos días empezaron con serio optimismo y luego bajaron en una curva pronunciada hacia una tarde gris. También ocurrió al contrario. Algunos días comenzaron en una mañana amarga, y luego repuntaron con delicadeza en una tarde dulce y calma. Y cómo olvidar también aquellos días donde estos ciclos se repitieron una y otra y otra vez, inevitablemente culminando en una cabeza hecha roca agujereando el colchón justo debajo de la almohada.
Pienso que solo los cínicos son inmunes a esto. Solo quien aún no leyó el mensaje más claro que jamás haya emitido el universo de que lo que le pasa al otro en la otra parte del mundo, sí importa y sí le afecta, puede que se crea el héroe que superó algo que no solo no se termina, sino que recién empieza. Todos los demás aquí estamos, de formas diferentes viviendo lo mismo y, en gran parte, sobreviviendo.
En consecuencia, mi viaje en el banco solitario con vista a la lluvia me llevó a tener más presente que detrás de la cortina de agua, a mi izquierda y a mi derecha, también había otras personas perdidas en el mismo estado que yo. Estábamos separados pero juntos viendo la tormenta y conteniéndola a punta de resistencia. Les quise estrechar la mano y sentir su fuerza un instante contra mis dedos, pero me fue imposible. Entonces me recompuse en mi banco y seguí mirando para adelante pensando en que al menos en esta comunidad invisible que creamos, somos todos conscientes de que estamos pasando por algo y nos debemos, entre nosotros, calma y paciencia. Nos debemos entre nosotros más calma, y más paciencia.
Siento que esa frase que está en repetición en círculo durante toda nuestra vida, la de que «todos estamos pasando por algo», nunca fue tan real. Cuando me decían de chica que Dios no te pone cargas que no podés soportar, por algún motivo pensaba que la piedra de alguna forma nos la turnábamos. Al menos con esa idea ingenua crecí yo por voluntad propia. Pero ahora me percato de que, claramente, en este preciso instante, cada quien tiene la suya y está bien, bien pesada.
Por qué entonces, si sabemos esto, ¿nos estamos poniendo tanta presión los unos a los otros? Por qué a pesar de saber que todos estamos pasando por algo, al pensar y hablar, lo olvidamos por completo y cuando no vemos respuesta, o no vemos movimiento, inmediatamente comenzamos con la fabricación de una teoría egocéntrica donde seguramente haya un problema. ¿Qué pasó?! ¿Por qué no dijo? ¿Por qué no hizo? Después del cuestionamiento sigue la rabia, la angustia e incluso el resentimiento. Madre mía, si habrán relaciones perdidas y dolidas por estas historias de ficción.
Pero creo que en este momento de inflexión en nuestra vida, en este momento donde finalmente podemos sacarle jugo al sentirnos uno en el universo, una propuesta con buen potencial de éxito es recordarnos más seguido que el de al lado, aunque lo oculte la lluvia, está pasando por algo. Recordar que las dificultades están amplificadas, que la sensibilidad está en batalla y que vivir sencillamente, ¡está pesado! Hay sueños rotos, hay cambios anhelados totalmente desintegrados, hay frustración, sueño y agonía. No seamos tan exigentes con el otro, ni tan duros con nosotros mismos. Nos debemos entre nosotros, más calma y más paciencia.
stella
on 14 agosto 2020¡¡Me gustó mucho la reflexión!!
Maria del Carmen Perrier
on 19 agosto 2020🙂 !!!
Caro Fonseca
on 19 agosto 2020Qué hermoso texto!
Maria del Carmen Perrier
on 19 agosto 2020¡Gracias amiga!